Cargando



Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

La tormenta que viene


Martes 11 de Agosto de 2020 7:01 am


ACOSADO por una pandemia que no cesa, el país tiene otro frente abierto, el de la economía. Presente estaba ya desde 2019, cuando el crecimiento negativo era ligeramente por debajo de cero. La recesión frenaba desde entonces el avance económico y amenazaba con persistir ante el desdén del gobierno. La incertidumbre generada por el gobierno mediante un discurso agresivo contra las empresas privadas, dio tal resultado. Luego vino el coronavirus igualmente desdeñado, el confinamiento forzado, el freno y el consecuente desempleo: el pantanal.

Con 12 millones de empleos perdidos, entre formales e informales, los nubarrones auguran tormenta económica, política y eventualmente social. ¿Cómo resistirá México una desocupación laboral de ese tamaño sin una política de fomento a la inversión, única vía para la recuperación de las plazas de trabajo perdidas? Hasta ahora, la incertidumbre se mantiene. Recientemente, el Presidente anunció la creación de 15 mil nuevos empleos. ¡Oh, qué gran noticia! Digamos que usted pierde 12 millones de pesos y recupera 15 mil. Parco consuelo cuando le falta encontrar 11 millones 985 mil pesos y no tiene ni la menor idea de cómo localizarlos. Así estamos. Aun en tales condiciones, López Obrador dio la noticia como si se hubiesen generado 2 millones de empleos. La desproporción es gigantesca.

Miles, cientos de miles de microempresas han ido a la ruina. No abrirán más sus puertas ni cuando la pandemia haya cesado. Generadores de uno, dos o tres puestos de trabajo, tales negocios incluyen en la desocupación a sus propietarios, a quienes el subsidio de 25 mil pesos –si lo recibieron– les habrá durado el día y la víspera, para subsistir unas cuantas semanas, no para sostener en pie su fuente de trabajo ni ayudar a quienes con él trabajaban. Las empresas más fuertes pueden sostener su planta laboral y pagar un tiempo los salarios de sus trabajadores. Las de este tipo son pocas en comparación con los zangarros y minitalleres devastados por la crisis. Pero tampoco pueden mantenerse sin ingresos por lapsos prolongados.

Un efecto colateral asaz dañino es la reducción de ingresos económicos de quienes pueden trabajar todavía pero sin los clientes que antes tuvieron con cierta regularidad. Pongamos por caso un taxista. Si en tiempo de normalidad alcanzaba en un turno 50 viajes, hoy puede tener 20 en una jornada. Hay otros que truncan el horario porque en el “ruleteo” gastan más gasolina que la cantidad de dinero obtenido. Circular es meterle dinero bueno al malo. Así hay muchos otros giros en condiciones adversas. Otros negocios han reabierto puertas en un esfuerzo por subsistir. Su encomiable intento se ha encontrado, frecuentemente, con escasez de clientes. ¿Cuánto más resistirán? En un mercado contraído, hay menos dinero y el que hay circula menos. En suma, no alcanza para todos.

La conjunción de una crisis económica propiciada en 2019 y la pandemia es una mezcla peligrosa. Por mucho que lo intento, no acabo de entender el sentido de la afirmación presidencial de que la epidemia le vino al gobierno “como anillo al dedo”. Quizá calculó la obtención de dividendos políticos a partir de satisfacer necesidades emergentes. Se equivocó. El anillo es mucho más grande que el dedo gubernamental, que ahora mismo pasa apuros para recaudar suficientes impuestos, otro efecto de la recesión. Los recortes resultaron insuficientes y en vez de remedio se han convertido en parte del problema.

Si los augures de la economía aciertan, la caída de la economía nacional podría ser de 20 por ciento. Es mucho. Muchísimo. Jamás hubo una precipitación de esa dimensión. Digamos que usted gana 10 mil pesos mensuales y de pronto se vuelven 8 mil. En un año, usted perderá 24 mil pesos, más de 2 meses de sueldo… si tiene la suerte de aún tener empleo. Así es el tamaño de la crisis.

Cuando la recesión afecta a una economía capitalista, los mecanismos de recuperación no caen del cielo ni aún con rezos, misas y peregrinaciones. Se generan en aciertos gubernamentales. Si un gobierno es capaz de alentar el crecimiento económico, tarde o temprano el empleo, el ingreso y la circulación de dinero aparecerán y se sostendrán en un ritmo ascendente. Ese es el problema de México: carecemos de una política económica acertada. Hasta más: queda la impresión de ni siquiera haber una política económica.

Así las cosas, el sacrificio será largo y doloroso. Pudiéramos estar en la obertura de una década perdida.


MAR DE FONDO


** “Cuando estuve en el mar era marino/ este dolor sin prisas./ Dame ahora tu boca:/ me la quiero comer con tu sonrisa./ Cuando estuve en el cielo era celeste/ este dolor urgente./ Dame ahora tu alma:/ quiero clavarle el diente./ No me des nada, amor, no me des nada:/ yo te tomo en el viento,/ te tomo del arroyo de la sombra,/ del giro de la luz y del silencio,/ de la piel de las cosas/ y de la sangre con que subo al tiempo./ Tú eres un surtidor aunque no quieras/ y yo soy el sediento./ No me hables, si quieres, no me toques,/ no me conozcas más, yo ya no existo./ Yo soy sólo la vida que te acosa/ y tú eres la muerte que resisto” (Jaime Sabines, mexicano, 1926-1999. Cuando estuve en el mar era marino).