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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

Precisión


Miércoles 12 de Agosto de 2020 7:51 am


TREINTA y seis años de gobiernos neoliberales dejaron un saldo desastroso para la Nación en general, y para los sectores sociales marginados, en particular. Como nunca, se incentivó la desigualdad social y se acrecentó la pobreza entre la población mayoritaria de nuestro país, reflejado todo ello, en sus precarias condiciones de vida. Para dichos sectores sociales, los gobiernos tecnócratas significaron una pesadilla que parecía no terminaría.

Pero para el minoritario sector de adinerados en nuestro país, grandes empresarios y banqueros, esas décadas neoliberales motivaron una centralización de la riqueza sin límites, toda vez que los gobiernos domésticos neoliberales, les aseguraban sustanciosas ganancias a través de las políticas públicas y el uso del erario oficial para los negocios al amparo del poder. Para ellos, los gobiernos tecnócratas fueron garantía de enriquecimiento.

Representantes políticos, expresidentes, presuntos “intelectuales” y una legión de otrora vividores de la nómina, se pronuncian ahora, hasta soezmente, contra el actual régimen popular que no les beneficia y en específico con el titular del Ejecutivo. Las condiciones políticas cambiaron y es distinto el ejercicio del poder, porque los beneficios de las políticas públicas están orientados a los sectores sociales marginados, que son la inmensa mayoría de mexicanos.

Dos ex presidentes blanquiazules se han distinguido por su actividad contra la 4T y se empecinan en mostrar su ausencia de talento para argumentar un debate, no sólo por la falta de sustancia cultural, sino por su incongruencia entre el decir y el hacer. Si tuvieran la oportunidad de leer El sapo, de Juan José Arreola, en aquel libro de Español Lecturas de sexto grado, entenderían que los calificativos despectivos que expresan contra AMLO, son sólo una forma de autoinsultarse, una autodenigración.

Estos señores son fieles a los orígenes de su organización partidaria, pues el blanquiazul sigue siendo la fuerza política de los grandes empresarios y banqueros. A través de su existencia, el blanquiazul se ha caracterizado por identificarse con las causas más conservadoras, en contraposición con las fuerzas progresistas de la sociedad. Son afines a una sociedad capitalista fundamentada en la libre empresa, como panacea para el desarrollo social y concretizan su quehacer político, económico y social, impulsando acciones como lo hicieron con las llamadas reformas estructurales.

A lo anterior se agregan las actitudes clásicas del autoritarismo y de la intolerancia, para quienes no comparten su estrecha visión de Estado y de Proyecto de Nación, como fue su actitud en los 12 años que gobernaron al país. Su naturaleza política es contraria a los intereses populares, por ello no es extraño que sean parte sustancial de la reacción contra el gobierno de la 4T.

La misma esencia política de los blanquiazules, la han exhibido cotidianamente los tricolores y sus gobiernos tecnócratas, como lo han mostrado en su estilo de gobernar: siempre sirviendo al señor del dinero y enriquecerse al amparo del poder, en el marco de la impunidad y la corrupción. La mejor evidencia reciente de lo dicho, se encuentra en el sexenio de Peña Nieto.

A este adefesio de alianza convenenciera, se han agregado actores políticos representativos de la actividad partidaria vista como negocio y como sostenimiento familiar. Han existido políticamente, a base de medrar con el PAN y el PRI, en busca de espacios que les signifiquen vivir del erario. Sus particulares historias, exhiben su orfandad ideológica, su ausencia de principios y su aguda proclividad al interés monetario venga de donde venga.

La lucha política tiene sus vicisitudes, brinda la oportunidad de registrase en la historia como hombres y mujeres libres, o como simples comparsas, en última instancia, de intereses burgueses.