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Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Esto somos


Miércoles 14 de Octubre de 2020 7:24 am


1.- Eso de andar exigiendo disculpas 500 años después mueve a risa. Por segunda vez, López Obrador revive rencores inducidos por la narrativa histórica oficial priista, que se sintetiza en la frase que aprendimos desde niños: “los españoles nos conquistaron”. Y como el avasallamiento ocurrió por medio de la violencia militar y la resignación al sometimiento llegó por la vía de la santa cruz, también la Santa Sede debe pedir perdón.

En la lógica oficialista, ese es el camino que lleva… ¿a dónde? El Vaticano podría disculparse. Ya lo hizo alguna vez en una visita papal a países sudamericanos. ¿Y? Nada cambió ni en las naciones del mestizaje ni en los pueblos originarios aún vilipendiados.

2.- Llama la atención que López Obrador haya revivido el asunto de las disculpas y los perdones luego de que hace unas semanas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y organizaciones afines surgidas de ese colectivo insurgente anunció que una comisión suya irá a Europa a difundir cuanto sucede todavía en México a los pueblos originarios. De paso, podrían abordar los efectos negativos que sobre sus tierras tendrán el trazo de los trenes Maya y Transístmico, obras de la más pura cepa lopezobradoriana. 

3.- Este gobierno sigue entendiendo a los pueblos originarios conforme al concepto tradicional de los nacionalistas revolucionarios (PRI y sus predecesores) y los neoliberales: “incorporarlos” a la civilización y el progreso, entendidos, claro, desde la perspectiva de occidente.

A las comunidades indígenas se les conceptúa entre el folclor y la artesanía, en el mejor de los casos. En esa visión -y correspondiente conducta- está ausente el respeto a la identidad de cada etnia. Cada una, digo, porque no son iguales todas y sus culturas son diferentes.  Los rarámuris del norte y los tzeltales del sur, por mencionar dos, son naciones distintas entre sí y aun más de la mayoritaria dominante mexicana.

4.- México ha de entenderse unitario sólo en el respeto a la diversidad cultural. ¿En qué consiste tal respeto? En que el país corresponda con oportunidades de mejoramiento de las condiciones de vida conforme los pueblos originarios las determinen, nunca pasar por encima de su voluntad sobre sus territorios, como ya está sucediendo, igual que antes, en este gobierno. El respeto pasa también por las determinaciones económicas y sociales, por los servicios sanitarios y educativos (desde la perspectiva, de nuevo, de cada comunidad o conjunto de comunidades afines). Y que el país entienda que las decisiones se tomen sólo cuando los pueblos originarios las aprueben, si atañen a su tierra. También pasa por el respeto a sus lenguas. Hasta ahora, eso no ocurre.

5.- El México mayoritario va mucho más allá de la demagogia de las disculpas y los perdones, que es pura bisutería propagandística. Como lo es también el penacho de Moctezuma, cuya autenticidad está poco más que en duda. ¿Qué gana el país con el eventual e improbable retorno de ese objeto, que además podría destruirse al transportarlo? En el mejor de los casos, sería colocado en una vitrina y se le dedicaría una sala en el Museo Nacional de Antropología e Historia, una de las entidades públicas que padece ahora mismo los recortes de la “austeridad republicana”.

6.- La identidad nacional pasa por su historia, no por la interpretación moral de los acontecimientos, sino por la visión objetiva de éstos. Cuando los españoles llegaron al territorio hoy nuestro, México no existía como nación ni como dominio político delimitado. Que los europeos abusaron sanguinariamente de los pueblos de entonces, es verdad, como lo es que la Iglesia contribuyó a consolidar la dominación hispana de unas tierras que aún no eran México. 

7.- ¿El régimen gobernante les va a exigir a los tlaxcaltecas -hoy mexicanos como cualquiera de nosotros- disculparse por la alianza que formaron contra los aztecas? ¿Se va a demandar a los aztecas contemporáneos por los asesinatos cometidos contra otros pueblos coetáneos de ellos, a quienes dominaban, expoliaban y sacrificaban con suma crueldad? 

8.- El país nuestro contemporáneo es resultado de la mezcla cultural y racial de conquistadores y conquistados. Por eso nuestra lengua es el español enriquecido de vocablos y conceptos de lenguas nativas por los europeos, la mayoría es católica. Somos mexicanos, no aztecas ni españoles.

El nacimiento de una cultura peculiar -la nuestra- es producto de un choque violento de las civilizaciones española y mesoamericanas de hace cinco centurias. En esos 500 años, sobre todo después de la independencia, se ha enriquecido de muchas migraciones: europeas no hispanas, chinas, libanesas, húngaras, africanas (por la fuerza éstas), japonesas, estadounidenses y la española arrojada por la guerra civil. La virtud nacional es la unificación sin distinciones mayores… excepto que los pueblos originarios siguen en la marginación y el irrespeto que no resolverá disculpa extranjera alguna.

Esto somos y hemos de asumirnos tales, más allá de orígenes raciales, si queremos consolidar desarrollo hemos de entender la diversidad cultural que nos ha originado, las razas son lo menos importante, a no ser que en el fondo pensemos como fascistas.


MAR DE FONDO


** “No amo mi patria./ Su fulgor abstracto/ es inasible./ Pero (aunque suene mal)/ daría la vida/ por diez lugares suyos,/ cierta gente,/ puertos, bosques de pinos,/ fortalezas,/ una ciudad deshecha,/ gris, monstruosa,/ varias figuras de su historia,/ montañas/ -y tres o cuatro ríos” (José Emilio Pacheco, mexicano, 1939-2014. Alta traición).