¿Crepúsculo de Trump?
EMILIO RABASA GAMBOA
Sábado 31 de Octubre de 2020 10:40 am
PRONTO sabremos si el electorado estadounidense ratifica a Donald
Trump o decide que cuatro años ya fueron suficientes y ahora lo quiere fuera de
la Casa Blanca. El escenario de esa decisión histórica está conformado por dos
coordenadas: un sistema electoral obsoleto y complejo, y una sociedad muy
polarizada. Acostumbrados a nuestro
sistema con voto universal y directo, cuesta trabajo entender un sistema de
elección indirecta que primero atraviesa por un proceso de elecciones
primarias, seguido de intensas campañas de los candidatos ya nominados, para
convencer al menos a 270 de 538 electores que voten a favor de ellos en un
colegio electoral cuyos votos (y no el popular) son los definitorios de la
elección. Pero no es tan sencillo,
salvo Nebraska y Maine que distribuyen a los electores en forma proporcional al
voto popular, los otros 48 estados lo hacen winer takes it all (el
ganador aún por un voto, se lleva todos los electores). Agregue usted la enorme
disparidad de electores por estado. En un extremo California (55) y Texas (38)
y en el otro Vermont, Delaware, Washington DC, 3 cada uno. Más se complica,
cuando en 24 estados los electores no tienen compromiso alguno en respaldar al
candidato que haya obtenido más votos populares y pueden votar libremente,
mientras en que los otros 26 sí lo tienen por ley. Esa doble contabilidad
entre el voto popular y el electoral explica lo que sucedió en el 2016 cuando
Hilary derrotó a Trump con más votos populares, pero con menos votos
electorales, perdió la elección. Un sistema en el que el ganador, puede perder,
¿complicado, no? La otra coordenada es
una sociedad extremadamente polarizada, en buena medida, pero no sólo por
Trump. El movimiento defensor de la supremacía blanca se originó a fines del
siglo XIX en Massachusetts por Prescrott Farnsworth, quien junto con sus
colegas Robert DeCourcy, Charles Warren y el senador Henry Cabot Lodge,
egresados de Harvard, crean la Inmigration Restriction League (Liga para la
Restricción Migratoria) para frenar a los “indeseables migrantes” a los EEUU y
logran imponer exámenes médicos y de alfabetismo a los que llegaban a Ellis
Island, NY. Ese movimiento nunca ha desaparecido, Trump lo revivió con su fobia
antimigrante, en medio del malestar generalizado por la crisis financiera del
2008-9 que golpeó duro a la clase media. La polarización social
genera mayor radicalización política con narrativas muy confrontadas: de un
lado y pro Trump: antimigrantes, proteccionismo y antiglobalización, y
multilateralismo (salida de la OMS), cero combate a las causas del cambio
climático, contra feminismo, aborto, y matrimonio del mismo sexo; tomar a la
constitución literalmente, sin interpretarla. Del otro y anti Trump:
promigración legal, medidas para cambio climático (acuerdo de París),
proglobalización y multilateralismo, proaborto, matrimonio y adopción por
parejas del mismo sexo; interpretación de la constitución para beneficiar a
menos favorecidos (Rutg Bader Ginsburg). Biden aventaja a Trump
en las encuestas con 8.9 puntos (51.7/42.8 por ciento), 3.3 más que los 5.6 de
Hilary en 2016, cuando no había pandemia con más de 200 mil muertos, recesión
económica y violencia racial, además, los votantes anticipados en su mayoría
demócratas, han aumentado exponencialmente (80 millones) y los indecisos
disminuido considerablemente. Así las cosas, los posibles
escenarios para el 3 de noviembre son: 1) Biden gana por un margen importante
esa noche y su victoria es indiscutible y definitiva; o 2) Empate técnico y la
elección se va a un postelectoral muy tóxico con el conteo de los votos por
correo, Trump no reconoce su derrota y el proceso termina en la Suprema Corte
donde tiene una ventaja de 6-3. El mundo detendrá la respiración la noche del
martes 3 de noviembre para ver si el pueblo estadounidense decidió cerrar, o
todavía mantener abierto, uno de los peores capítulos de su historia.
*Docente/investigador de
la UNAM