Día de Muertos especial
JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Sábado 31 de Octubre de 2020 10:35 am
ES costumbre acordarse de las virtudes de los muertos y casi
olvidarlos en plena vida. Es costumbre cuando alguien muere, destacar todas sus
buenas obras, sus buenos modos, la manera en que fue amigo de todos. Los
muertos siempre habrán sido buenos hombres y mujeres. Y es cierto, hasta Santa
Anna y Porfirio Díaz, por acordarme de México, fueron hombres virtuosos. Cuando
Porfirio se embarcó en Veracruz, comenzaron a extrañarlo. Hoy se le extraña más
y se le reconoce su obra de gobierno y dictatorial. A Chucho El Roto
también se le extraña, pues parece que, como El Indio Alonso,
legalizaban la delincuencia o al menos la legitimaban, aunque fueran eso,
delincuentes. Murieron y fueron leyendas de hombres virtuosos. Con los amigos cercanos
pasa igual. Con los familiares es mayor la deuda moral. Eso es parte nuestra,
así nos hicieron y así somos, es parte de la herencia cultural acumulada por
siglos. Y este próximo Día de
Muertos será especial. Un año en que las muertes han sido increíbles por su
inesperada presencia, por inoportunas. Indeseada siempre ha sido, pero es real.
Nos jactamos de reírnos y mofarnos de la muerte, pero lloramos, nos
entristecemos, su presencia nos ahoga. Sencillamente, a la
muerte nadie la quiere, aunque alguna religión nos diga que al morir nos
transformamos y pasamos a un plano donde generalmente se es más feliz. Lo
afirman como si alguien ya hubiera regresado a dar fe y testimonio del mundo
feliz donde ahora viven. Cuentan las leyendas que algunos tiene contacto con
los que viven en esos campos de la paz y la tranquilidad. Y hay quien pregunta
cómo puede vivir allá alguien que en este bendito planeta fue un especial
personaje contrario al absoluto bien. Controversias y sentimientos siempre
habrá, esos sí son eternos. El año que corre es inusual.
Nos recuerda que hace 500 años la presencia española trajo a los pobladores de
entonces la epidemia de viruela que mató a casi el 80 por ciento de hombres y
mujeres locales. Un regalo que allanó los caminos de la españolización de
Mesoamérica. Ahora se busca aclarar mitos y leyendas, pero de la viruela nadie
duda, como de otras fuentes de muerte colectiva por enfermedades de época. Indefensos, hombres y
mujeres sucumbieron ante el embate del virus. Mitos y leyendas del coronavirus
van y vienen, ese virus desconocido del que nadie sabe la magnitud de su daño y
pocos aciertan a tomar las medidas adecuadas. Ahora habremos de honrar la
memoria de cientos de muertos por esa nefasta pandemia. Quizá algunos, como me
han platicado, ahora tienen la experiencia de haber estado cercanos a la muerte
de alguien querido o conocido, familiar o amigo. De haber sabido, me dicen, les
hubiera dicho que hicieran esto o aquello. Pero ya se fueron. Desde casa, encerrados,
cuidándonos, protegidos del virus, honraremos la memoria de amigos y
familiares. Su altar u ofrenda será en casa. Será un año diferente y esperamos
que sea el último y que la pandemia no se alargue, pues aún nadie sabe qué va a
pasar con el ingrato virus. Hay mil versiones, pero todavía nadie tiene la verdad.
Esperemos que los políticos no quieran ponerse la estrella del muerto, pues no
sería un acto moral. Un año atípico, sí. Un
año indeseable, digo yo. Esperemos un año por la vida, por el bien común, de
todos nosotros. Eso es lo deseable. El Covid ya cuestionó la existencia, usos y
costumbres de la especie humana, de sus formas y estilos, la validez de sus
gobiernos y formas organizativas. Cuestionó todo y aún no salimos y no sabemos
cuándo saldremos. Mientras, pensemos en
ese viaje al Mictlán, como lo vivieron nuestros antepasados, y que hoy
transitan los nuestros que perdieron la vida este año 2020. Deseamos que tengan
la fuerza suficiente y la compañía del xolo para superar los nueve pasos que
exige Mictlantecutli para dejarlos ingresar al mundo de los muertos. Que sean
felices allá, que encuentren la paz. Les agradecemos su estancia entre
nosotros.
nachomardelarosa@gmail.com