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Entre dos siglos y hoy



JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA


Sábado 21 de Noviembre de 2020 10:12 am


CON un gran amigo chiapaneco, muy serio, Omar, neoveracruzano, doctorado, investigador acucioso y gran conversador, pasé horas platicando y conociendo el Golfo de México. Tazas de café cultivado bajo la influencia de la altura y bañado por la fuerte y cotidiana humedad del mar que sube hasta el altiplano y desaparece en Perote. A veces platicamos bajo la influencia de un Norte que sacude las entrañas del puerto que a veces se adorna con la luna de plata. El Norte nos movía, sacudía nuestros pensamientos y relajaba la estancia.

Una bomba de natas, de frijol y un café del Portal, la original Parroquia, dicen, nos dejaban oír las campanas de Catedral que arrastraba a cientos de fieles a misa de 7. Adentro no había espacio para que alma alguna se sentara. Cuando el sacerdote aparecía ya todo estaba lleno. Al salir de misa, el café del portal atraía con su encanto y aroma. Una banderilla o unas canillas. Un domingo de verano es igual, cargado de fe y esperanza.

Omar y yo platicábamos de historias de la sierra norte de Puebla, de Chiapas, del estado de Veracruz. Aprendí de él, me ilustró en muchos temas, por ejemplo del totonacapan.

Hace días, Omar me compartió un poema que se dice fue escrito hace 200 años. Mayor que yo, se cuida para evitar el contagio por coronavirus. Y sigue las noticias y publicaciones sobre el tema. Se documenta, es objetivo y tiene sus reservas en las redes sociales. Por eso, cuando vi su poema lo leí con atención y lo consumí.

A los minutos de lectura y repasos, lo sentí presente, de hoy, actual, escrito por la pandemia que nos azota, aunque se dice que data de hace dos siglos en medio de la epidemia de la peste, en 1800. A mi me pareció el mismo contexto.

Los golpes a la humanidad fueron y han sido muy duros. El tiempo pasaba y no había remedio. Y escribieron: “Cuando la tormenta pase/y se amansen los caminos/ y seamos sobrevivientes/de un naufragio colectivo./Con el corazón lloroso/ y el destino bendecido/ nos sentiremos dichosos/ tan solo por estar vivos”.

La gente entendió y dedujo que la vida tiene alto valor humano. El deseo de vivir es intenso, luego de ver morir a miles de personas que indefensas enfrentaron la peste o el coronavirus. Nada detenía la amenaza, seguramente la angustia generalizada elevó los pensamientos de muchos en busca del salvamento divino. Hoy, dos siglos después, pasa lo mismo con la pandemia del coronavirus. Y con la esperanza fundada, se trazan cadenas de oraciones para que a todos nos vaya bien. Nosotros nos cuidamos, nadie más nos cuida ni nadie hace algo por nosotros. De nosotros depende y esos rezos son el apoyo espiritual para resistir.

“Y le daremos un abrazo/ al primer desconocido/ y alabaremos la suerte/ de conservar un amigo”. En medio de la muerte, la amistad pasaba al plano de la nostalgia, pues la epidemia evitaba el contacto físico, se extrañaba la vida ordinaria del grito, el trago y la plática. El cubrebocas hacía que medio se vieran. Hoy también deseamos que llegue el día en que podamos darnos el abrazo más fuerte, más largo y amoroso con quienes hemos dejado de vernos. Todo a su tiempo. Yo extraño a mi nieto y a mi madre. Ya los sacudiré por los aires.

“Cuando la tormenta pase/te pido Dios, apenado/ que nos vuelvas mejores,/ como nos habías soñado”. Así apela el perdón de Dios, como cualquier arrepentido hoy y siempre.

Omar y yo coincidimos en que ese poema en medio del virus se hizo viral e involuntariamente se dijo que fue hecho hace dos siglos. Pero no, por error así se difundió, dicen algunos, y fue aceptado en muchos países cuyos pobladores se identificaron con el contenido. Sensibles lectores, afirmaron con el poema y prometieron ser otros cuando pase la pandemia. El humanismo en pie.

De cualquier forma, todo lo que el poema dice es cierto. Pasado y presente lo reafirman. Nostalgia y esperanza, deseo de salvarnos, ser mejores cuando remontemos la desdicha. Así debimos ser desde siempre, nunca es tarde para reiniciar. Vayamos por un mundo renovado y humano, no un mundo cruel como el presente.

 

nachomardelarosa@gmail.com