Las posadas y pastorcitos

PETRONILO VÁZQUEZ VUELVAS
Viernes 18 de Diciembre de 2020 1:05 pm
HACE muchos años, iniciando la segunda mitad del siglo pasado, éramos unos niños y nuestras familias vivían intensamente el fervor religioso. La Villa es muy católica y los grupos vinculados a la iglesia eran muchos: la juvenil ACJM, La Orden Tercera, Los caballeros de Colón, últimamente Las damas Vicentinas y más. La casa de mi abuelo materno, don Miguel Vuelvas, era muy visitada por párrocos, frailes y hombres de bien de la Villa de aquella época: don Antonio Mondragón, Nachito Cruz, Rafael Heredia, el padre Jesús Dueñas Rolón y otros. Las pláticas de la época de los cristeros menudeaban y yo parando oreja sin perder detalle. Tomaban chocolate con pan y jamás escuché de ellos una maledicencia o palabra altisonante, eran varones virtuosos que casi estaban en olor de santidad. Cierto día del mes salían con las banderas multicolores de la orden de los caballeros y se metían a la iglesia por la noche a velar al santísimo. Le comento esto para que se ubique en el marco ideológico en que vivíamos. Por ejemplo, recuerdo bien que cuando el PRI andaba en campaña con algún candidato, en cuanto mi madre veía que se iban acercando nos metía y cerraba la casa, y al preguntarle por qué, nos decía: “porque ahí vienen los comunistas”, hágame usted el favor. Todos los viernes eran de ayuno, por la mañana para nosotros los chiquillos era un chocolate en leche y un bolillo y luego no comer nada hasta las 2 de la tarde; los adultos no recuerdo si hasta las 3 o las 5, pero era a una de esas dos horas. Los primeros viernes de cada mes era obligada la comunión y otras acciones que se me escapan. En enero salíamos de “puritos”, muy de blanco y un listón rojo terciado en el pecho, con un corazón con flama en el mero centro, y a la iglesia, al rosario; luego había otra fecha en la que salíamos de “inditos”, ahí íbamos por la calle con nuestro calzón y cotón blanco, ceñidor, sombrerito de palma y un jacal o cajita de palitos atada a la espalda, en donde nuestra madre nos colocaba fruta, la jícama era infaltable y saliendo del rosario nos la comíamos. En diciembre éramos pastorcitos, y durante las posadas otra vez a la iglesia vestido con unos trajes multicolores y una varita de carrizo con adornos para aparentar ser precisamente los pastores que iríamos a adorar al Niño Dios; llevábamos una guijola de lata, un adminículo cilíndrico con un tubo que soplábamos hasta impactar el cilindro lleno de agua, haciendo un ruido ensordecedor, imagínese usted entre misterio y misterio del rosario, a más de una cincuentena de chiquillos pitando desaforadamente dentro del recinto religioso. Las niñas traían vestidos con crinolinas, blanco o de colores fosforescentes; llevaban una coronita en el pelo y su infaltable pandero para acompañar a las catequistas en la pedidera de posada. Cuando terminaba el rosario salíamos un momento al jardín y luego a nuestras casas con la pitadera por todo el barrio. Así de sencillas pero cristianas eran nuestras posadas en los años 60. FERIA NAVIDEÑA La verdad, la Feria Navideña es un concepto muy elegante y emotivo, pero sobre todo un evento dirigido a la familia y al público infantil, ya hacía falta. Hay túneles de luces y estampas de magia que vale la pena admirar en familia, los pequeños son felices disfrutando de ello mientras engullen desesperados una gordita con Nutella. Hay productos de todo tipo para esta época, así que prepárese y visite cuanto antes esta Feria para que compre sus regalos. Tan sólo de mirar a los chiquillos con sus caritas felices y de asombro abrazar a un personaje de su fantasía, piensa uno que el esfuerzo del Gobierno del Estado y el particular valió la pena. Bonita Nochebuena y Navidad.