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Innovemos algo, ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Armonía


Domingo 10 de Enero de 2021 7:03 am


Me cuentan que cierta persona ha organizado una reunión con “muy poca gente”, a donde irán sólo los más allegados para hacer un réquiem a su ser amado, pero so pretexto del amor, ha olvidado lo sí es amar. Supe de alguien que buscaba animadoras para celebrar el próximo nacimiento de su bebé con “muy pocos invitados”, y me impacta ese su gran amor, pues va a hacer la fiesta con regalos y pastel, sin considerar el riesgo de contagios, sin pensar que si ella se contagia pudiera dejar sin madre a su bebé. Me cuentan que sólo eran 10 personas y que todos eran amigos de confianza… “¿Cubrebocas?, claro que no, si todos nos conocemos, además ni modo que los usemos para ir a comer”.

Y así, entre carnes asadas, sólo una cerveza con los amigos y una pequeña reunión de despedida, es como la ola de contagios no baja, los hospitales colapsan y las muertes llegan en el terrible, inhumano y desamparado aislamiento; las personas infectadas continúan siendo noticia y sigue el dolor tras su partida; pero para muchos esto es un chiste, una conspiración, algo que “sí a mí no me pasa, tampoco me interesa”. El hartazgo, los mecanismos de defensa, la negación, el egoísmo y la ignorancia van ganando, la infección nos prolonga la amenaza.

Realmente me cuesta aceptar esa manera individualista, materialista y vacía que a veces tenemos para relacionarnos con la vida y con la idea de la muerte; mucho menos alcanzo a entender a quienes egoístamente no se detienen a pensar en aquellos que pudieran llegar a contagiar. Al final, si se contagian los que no se cuidan, pues sin deseárselo respetaremos que lo anduvieran buscando, ¿pero ir por la vida provocando que otros se contagien?

Eso sí que rompe contra mi estructura. Creo firmemente que lo que al otro le sucede me alcanza y que es mi privilegio y responsabilidad cuidar de los otros, incluso tengo la certeza de que mi existencia sucede para que yo pueda servir y entonces sí, servir para vivir.

La cultura y las circunstancias en la historia nos han traído a premisas que nos alejan de la verdadera esencia del ser. Creer que tener el poder o ser el más fuerte nos ha alejado de la consciencia real del ser; somos más que carne y funciones orgánicas, somos más que sensoriales buscadores del placer; nosotros somos creadores y partícipes de la evolución, aquello que no vemos y está. Lo que a mí me sucede alcanza al otro, por eso es importante ahondar en aquello que nos invita a amar a nuestro prójimo como a nosotros. Nadie está por encima de nadie, los humanos no somos más poderosos que las plantas o las bestias; todos interactuamos y la existencia de uno ocurre con la del otro. En serio, deberíamos considerar más cuidar de cohabitar en armonía, porque no, no tenemos derecho de lastimar, destruir o arriesgar a nada o a nadie para nuestro bien; eso no es un bien, eso es co-crear nuestra propia extinción como civilización.

Estar al tanto de las emociones, creencias y tradiciones que nos dibujan, nos permitirá saber qué hacer, conscientes y libres para localizar ese equilibrio en donde confluyendo con los demás, podamos vivir sanos y en paz. Lo que pensamos sí modifica la evolución, entonces, dime tú, ¿hacia dónde nos estamos dirigiendo?

Innovemos algo, ¡ya! Por favor, regálate unos minutos y dale vueltas a tu corazón. El combate, la competencia, la sumisión y las separaciones no serían si tuviéramos nuestro corazón emocional en su sano lugar. Es tiempo de detenernos, cuidarnos y también de aprovechar el espacio para crecer y mejorar, para aprender a amar y para notar que el bichito además de que nos puede causar síntomas al interactuar con nosotros, también es un maestro que nos viene a recordar lo mucho que nos necesitamos unos a otros, y que el medio ambiente con sus seres, incluidos nosotros, somos latentemente una eterna armonía. ¡Sí a la vida tal como es!

 

*Terapeuta psicoemocional

 

innovemosalgoya@gmail.com