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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

Tú eres mi hijo amado


Domingo 10 de Enero de 2021 7:02 am


EN la liturgia eucarística de este domingo, el Evangelio nos dice que “por esos días, vino Jesús desde Nazaret, de Galilea, y fue bautizado por Juan, en el río Jordán. Jesús, al salir del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi hijo amado, yo tengo en ti mis complacencias”.

Esta es una de las grandes manifestaciones donde se revela a la Santísima Trinidad presentando a Jesús, el hijo de Dios hecho hombre, como el encargado de llevar a cabo la obra trinitaria de la salvación de la humanidad; Jesús en el río Jordán es el punto donde convergen las predilecciones del Padre y la función del Espíritu Santo para el cumplimiento perfecto de su misión salvadora.

Nosotros también hemos sido bautizados. Gracias al bautismo, instituido por Cristo, somos hijos muy amados de Dios, nos incorporamos a él y a su Iglesia en su misión profética; somos también mensajeros de la paz y de la justicia. Jesús nos confirma esa misión cuando dijo: “Vayan y enseñen a todas las Naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto les he mandado”.

El Bautismo no es algo folklórico o una mera tradición de nuestros mayores, mucho menos un pretexto para una reunión social. El Bautismo es el signo y factor de un nuevo cambio, de un nuevo hombre; nos dio esa fe que tenemos que madurar con aceptación y convicción de adultos, aceptando no sólo a creer, sino a poner todas nuestras facultades al servicio de toda causa noble, según el modelo que nos fue dado en Cristo.

Por el hecho de estar bautizados también somos profetas, no en el sentido de que vamos a vaticinar el futuro, sino el de manifestar la presencia de Dios y su doctrina, no sólo con la palabra, sino sobre todo con nuestra vida de fe y caridad, comenzando con nuestra familia y hasta donde nos sea posible. Tenemos que ser como Cristo, signo de contradicción, aceptación y rechazo, objeto de amor y odio; hombres que sacudan al prójimo con un pensamiento y una acción.

Así fuimos bautizados: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Hemos entrado, por un regalo maravilloso de Dios, en la vida misma de la Trinidad, en su mismo dinamismo salvador y profético. Tratamos de vivir hondamente nuestro bautismo, agradezcamos su don, dejémonos penetrar por ese don, realicemos sus impulsos y cumplamos sus compromisos.

Amigo(a): Seamos dóciles a nuestra vocación profética, humana y divina; celebremos la Eucaristía, fuente de gracia, de amor y fortaleza.