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Psico-tips



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ

Envidia de la buena


Domingo 10 de Enero de 2021 7:01 am


CANTIDAD de veces hemos visto que a personas que apreciamos, ya sean amigos o familiares, les va muy bien en algún momento de la vida. Me refiero a esos eventos que, independientemente de su frecuencia, nos asombran y nos provocan sentimientos encontrados. Por un lado, estamos contentos de que a esa persona le haya sucedido tal o cual fortuna. Pero por el otro lado desearíamos que nos hubiera pasado a nosotros. Para esas ocasiones, tenemos una frase que incluso nos atrevemos a decir: “te tengo envidia, pero de la buena”. Yo llegué a pronunciar tan elocuentes palabras que expresan tanto el gusto, como la molestia por el bien ajeno.

Este sentimiento, es decir, la envidia, está instalado naturalmente en el ser humano y surge desde los primeros contextos de socialización. Es al mismo tiempo una herramienta y un signo que denota alguna carencia, dependiendo de la etapa en que aparezca y hacia qué objeto esté orientada.

Empecemos por el principio de la vida de cualquier persona: nenes de edad preescolar en el campo de juego mientras comen una deliciosa naranja separada en gajos y espolvoreados con sal y chile piquín. Hasta se nos hace agua la boca a nosotros, ¿verdad? Pues bien, independientemente de que tanto niños como niñas tuvieran suficientes gajos de naranja en su propio plato, alguien tendrá el impuso, algunas veces irresistible, de robar o pedir del plato de alguien más. Y no, no siempre tiene que ver con que los gajos de la otra persona sean más grandes o tenga más, aunque así fuera, este impulso está diseñado para que, desde la época de las cavernas en que el alimento no abundaba, quién pudiera comer más y acaparar más alimento, podría estar mejor preparado para enfrentar las inclemencias del clima y la escasez de alimentos, abrigo y refugio.

En nuestra sociedad altamente civilizada (sarcasmo) podemos decir que tenemos normas y reglamentos muy específicos para que, al menos en teoría, cada trabajo y responsabilidad vayan remunerados de manera proporcional.

Entonces la envida es una especie de motor que nos impulsa a tener lo que no tenemos, a querer tener lo que los otros tienen. En una primera síntesis, sentir envidia se traduce en un malestar ante el bien que posee otra persona. Pero los celos, a diferencia de la envidia, los sentimos cuando deseamos que la otra persona deje de tener eso que queremos. Por definición, la envidia de la buena no existe, ni mucho menos los celos buenos. Ya de los ataques de celos, mejor hablamos en otra ocasión.

Aunque no existe la envidia de la buena, y encima es un mecanismo natural, aún podemos salvar el día. En muchas ocasiones se ha hablado de los malos perdedores: boxeadores que niegan su derrota, concursos de belleza en los que “ganadora” del segundo lugar pone cara de fuchi o incluso hace berrinche; jugadores de tenis, que son algunos de los que me vienen a memoria de buenas a primeras. Un cuchillo carece de voluntad moral. Es decir, no decide ser bueno o malo, sino el uso que se le asigna es lo que le convierte en un arma o en un instrumento de cocina.

De la misma manera, la envidia no es buena ni mala, sino que depende de lo que hagamos con ella; no para quitar a otros lo que nosotros queremos, sino para andar iguales. Salvo algunas excepciones como boxeo y otros deportes de contacto.

Aunque la envidia posee tintes muy terrenales o materiales y nos impulsa a tener más propiedades, también puede enfocarse en la mente, el cuerpo y hasta el espíritu. Teniendo modelos, ya sean famosos o conocidos, que nos inspiren a ser mejores en algo, como en la música o el deporte. Aunque sí debemos ser muy cuidadosos con los modelos y a elegir. Por ejemplo, yo no elegiría a Daddy Yankee por su dicción, de hecho no lo elegiría como modelo de nada. Quizás, y sólo quizás elegiría a Hitler por su liderazgo, pero no por ideología nazi. Pero habiendo otros mejores líderes, ¿para qué arriesgarme con Hitler? Pero definitivamente a Elon Musk le tengo envidia de la buena…


*Psicólogo