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Indicador político



CARLOS RAMÍREZ

Asalto al Capitolio, falla de seguridad


Jueves 14 de Enero de 2021 7:46 am


UNA vez que los grupos radicales rompieron la valla de seguridad del Capitolio y se enfrentaron a pasmados y paralizados agentes –no de miedo, sino de ausencia de entrenamiento y sin protocolos–, los grupos invasores no supieron qué hacer y se dedicaron al chacoteo, a tomarse fotos en los escritorios importantes y a regodearse de su hazaña.

En este sentido, el asalto al Capitolio el miércoles 6 de enero no fue un ataque terrorista interno, una insurrección armada o una guerra civil encabezada por milicias. Los responsables, que se quitaron la máscara, se mostraron sin rubor para las fotos y salieron tan campantes como entraron. Por eso uno a uno han sido arrestados con cargos inflados que pudieran ser de terrorismo e insurrección, pero sólo para ayudar al proceso político de Nancy Pelosi en su obsesión por derrocar al Donald Trump que se le ha escurrido entre los dedos de la mano.

Otra cosa podría ser lo del domingo 17 al miércoles 20. Un volante impreso de un cuarto de tamaño carta está circulando con avisos ominosos: convocan a una “marcha armada” hacia el Capitol Hill de la capital de la nación en el corazón de Washington y similares contra todos los edificios de Capitolios de las capitales de los estados. La cita es a las 12 del día del domingo 17, 3 días antes de la protesta de Joseph Biden como presidente de EUA en una ceremonia a cielo abierto a la mitad de las escaleras del Capitolio, luego habría un almuerzo del nuevo Presidente con el Poder Legislativo y más tarde el famoso desfile por la avenida Pennsylvania de manera normal dentro de la limusina con blindaje superior y casi siempre caminando algunas calles. En 2017, el día de la toma de posesión de Trump, hubo choques entre simpatizantes del nuevo Presidente con grupos antifascistas, de filiación de izquierda radical, vestidos de negro y todos con máscaras antigases.

Hasta ahora hay dos problemas: el FBI detectó a tiempo el operativo de asalto al Capitolio y no supo cómo procesar esa información como documento de inteligencia –la información no es inteligencia– y existen sospechas de que grupos policíacos simpatizan con los supremacistas tomando en cuenta que el movimiento Black Lives Matters se pronuncia en todo el país con violencia para protestar contra la brutalidad policíaca contra afroamericanos y minorías hispanas.

Una información de The Washington Post el pasado martes 12, reveló la existencia de un reporte informativo del FBI que alertaba de la organización del asalto al Capitolio, pero que nunca se procesó como inteligencia consolidada. Se habría cometido, por segunda ocasión, el error de información-inteligencia de 2001 cuando el FBI detectó a grupos musulmanes que estaban tomando clase de manejo de aviones con la declaración formal a los maestros de que no les interesaba aterrizar aviones, sino sólo mantenerlos en vuelo. Agentes de la CIA alertaron de indicios de ataques terroristas que la CIA formal y el FBI desdeñaron, lo que ha alimentado las teorías de la conspiración sobre el 9/11 de 2001.

La oficina del FBI en Norfolk, Virginia, cerca de la capital DC, captó intervenciones telefónicas que hablaban de que “el Congreso necesita escuchar vidrios rotos, puertas pateadas y derramamiento de sangre”, pero esos datos nunca se procesaron como base de inteligencia preventiva. Después del ataque un jefe de la oficina de Campo del FBI en Washington afirmó que “no había indicios” de violencia en la protesta, a pesar de las intervenciones telefónicas y del discurso de Trump alentando a los alborotadores. La información fue catalogada como “no amenaza de seguridad” y acreditaron las palabras fuertes a la retórica de la ultraderecha supremacista, pero a pesar de ataques anteriores de violencia racista.

Los datos de The Washington Post, basados en reportes primarios del FBI, han alimentado las percepciones de que la violencia en el Capitolio pudo haber sido prevista y neutralizada y que organismos policíacos prefirieron no profundizar las evaluaciones y no supieron cómo intervenir. El incidente del 6 de enero reveló la inexistencia de protocolos de seguridad dentro de instituciones emblemáticas como el Capitolio, donde agentes de seguridad desenfundaron sus armas ante alborotadores que portaban armas automáticas de alto calibre. El temor era que una balacera hubiera desembocado en legisladores muertos.

Para la protesta del domingo 17 se ha decretado estado de sitio con policías, guardias nacionales y cuerpos antiterroristas deambulando por las calles, pero tampoco se nota el arresto de posibles líderes radicales.

Política para dummies: Los peores enemigos de la política son el rencor y el miedo.


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@carlosramirezh