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Innovemos algo, ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Sedientos


Domingo 17 de Enero de 2021 7:26 am


Cada uno tenemos una historia propia, única y particular, incluso entre los hermanos que compartimos a los mismos padres somos diferentes; todos crecemos y de una forma u otra lo hacemos, pero hay un generalizado temor a modificar lo que nos permitió ser adultos y capaces de ser autosuficientes, independientes y libres.

Sí, lo que nos distingue es la suma de muchas particularidades, pero sucede que a veces nos perdemos entre los vacíos que el dolor forjó en la identidad de nuestro ser, tanto como para poder cruzar la línea de la admiración, hasta caer en las garras de un fanatismo ciego y ferviente.

¿Cómo es que siendo tan únicos, estamos tan sedientos de pertenecer, o de ser reconocidos, o quizás amados? Podemos permitir que se extravíe nuestra individualidad, ¿Qué acaso se nos ha olvidado que la pertenencia es parte del ser únicos e irrepetibles?

La individualidad, además de la que se denota en las huellas dactilares, realmente brota como cuando logramos ser voluntariamente un individuo libre de manipulaciones, y para que esto pueda ser es importante que tengamos nuestros huecos y carencias revisadas y sanadas, de lo contrario, jugaremos a ser libres pensadores y libres de expresarnos sin notar como nos van manipulando; solo una persona que se sabe íntegro y que ha vencido sus sombras y quebrantos es capaz de mantenerse ecuánime, para navegar tranquilo sobre las quietas aguas de la serenidad.

Por ejemplo, pensemos en una persona que creció solo con su mamá, y aunque la familia de su progenitora lo recibía para cuidarlo, siempre sintió un asomo que lo hacía sentir menos; él es el hijo de la vergüenza familiar. Su madre amó a un hombre que la dejó embarazada y ahora ella carga con enojo, dolor y rechazo de todos los días, y su hijo lo vive junto con ella, pero además, él tiene el dolor de escuchar que no tiene un padre; como si fuese posible nacer de un huevo de granja y sin gallo.

Con el tiempo y las carencias, el niño se formó con sus heridas y sin notarlo desarrolló las máscaras, que si bien le ayudaron a sobrevivir la infancia, en la adultez son su pesadez. Él carga con las experiencias de lo vivido en casa, la escuela y otro lugar; y en un anhelo silencioso, no consciente, quiere ser aceptado por su padre, no ser un rechazado ni un abandonado.

Como adulto verá injusticia en donde no la hay, y sediento de justicia dará credibilidad a cualquiera  que le ofrezca de alguna forma saldar las cuentas de lo que él cree que la vida le debe, sin cuestionarse o analizar nada, se podría adherir a una causa que no le suma y sí lo usa; esto lo saben los líderes de sectas, por eso usan el dolor no resuelto de un pequeño sin padre, para acuñar riquezas, además de saciar su ego narcisista y perverso.

Otro ejemplo podría ser una chiquilla cuyo padre no la abandonó, pero que siempre la vio menos por ser mujer, la ignoró e incluso la humilló; nunca la miró con ternura, más bien, como una molesta y pesada carga; para sobrevivir sueña con su mundo ideal y por eso en las letras de canciones se pierde, vuela creyendo que el cantante le dará ese amor incondicional y profundo, justo el que ella anhela.

Es así que al enterarse de que su ídolo vendrá a la ciudad y creyendo amarlo por sus letras y su rostro perfecto, se las ingenia para ir al concierto; está determinada a sus 15, casi 16 años, a conocer aunque sea por un segundo, a su amado y perfecto hombre, el que sí la pueda amar y es por eso por lo que a ella le tocó conocer a un truhan, que detectando su afán de amor, la engaña, le ofrece llevarla al camerino y tras bambalinas tristemente es ultrajada.

Quizás exista un hombre que creció sin amor y hoy tiene sed de amar, pero no sabe cómo mostrar cariño, y por temer ser dejado, lo que da es solo maltrato.

Por favor, innovemos algo ¡Ya! y hagamos terapia incluso antes de llorar.

 

 

Terapia Psico-Emocional

innovemosalgoya@gmail.com