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La misa y la fiesta



PETRONILO VÁZQUEZ VUELVAS


Viernes 05 de Febrero de 2021 7:03 am


“Pueblo devoto, cuyas fiestas eran en honor a San Felipe de Jesús, era inconcebible que en el perímetro de esas fiestas profanas no hubiera un solo acto religioso dedicado al Santo Patrono. Entonces, Antonio Mondragón, hombre muy de la iglesia, platicando un día con los hombres grandes de la Villa, entre los que se encontraba Ramón Cervantes, decidieron plantearle al padre Polito esa posibilidad que el religioso aceptó con gusto.

“Así, un 5 de febrero de 1987, se ofició la primera misa en la Petatera, evento que ha cobrado carta de residencia entre nuestras inveteradas tradiciones. En un tablado del sector poniente, junto al oficial, se reunieron los tabladeros que cooperaron con tres pesos para sufragar los gastos que el evento generara” (Échenme el toro, Petronilo Vázquez).

Hoy es la misa en la Plaza de Toros La Petatera, con esto inician los centenarios festejos que este año se celebrarán de manera virtual; seguramente esta decisión le costó mucho tomarla al presidente municipal, Felipe Cruz, y al patronato que administra Héctor El Pescado Torres. Suspender las Fiestas Charrotaurinas más importantes de México, hasta hace unos años mencionaba que eran del occidente del país, hoy sin temor a equivocarme digo que son de México por lo que significan y representan.

Miren señores, esta fiesta no es igual que otras. Los elementos son los mismos, un montón de caballos, otro puño de toros en el ruedo y otro tanto de jinetes lazándolos y montándolos. Pero no es simplemente así, en nuestra fiesta hay signos y símbolos que pertenecen a muchas generaciones y que la actual preserva con celo. Esto es lo valioso, guardar estos símbolos que encriptan un esfuerzo y un gusto de nuestros antepasados por la fiesta que los une.

Una fiesta derivada de la vida de las haciendas que fueron finalmente el motor de la vida económica y social de nuestro estado. Miren para cualquier lado y encontrarán vestigios de las viejas haciendas: El Pedregal, Trapichillos, El Carmen, La Haciendita, tan sólo es una pequeña muestra de la Villa; luego mencionaré las de Colima y otros municipios: San Antonio, La Estancia y la muy renombrada del Banco de Jicotán.

Bien lo dice Armando Martínez de la Rosa, en el prólogo de Échenme el toro, libro que publicamos hace varios años: “Hasta las más sólidas tradiciones de los pueblos, corren el riesgo de la interrupción. Basta el desdén de una generación, o la irrupción violenta desde lo exterior, para enviarlas al olvido. Otras veces, sobreviene el derrumbe desde lo interior, con la contaminación por uso político o el abuso financiero cuando hay lugar a tal práctica. 

“Con la antigüedad de más de siglo y medio desde los registros documentales hasta ahora encontrados, las fiestas taurinas de Villa de Álvarez se han convertido en uno de las tradiciones más arraigadas del estado, sólo superadas –y es fácil entender– por las navidades milenarias, por una parte y cinco siglos de veneración guadalupana, por otra.

“Universal una y nacional la otra, la villalvarense, en cambio, encuentra fortaleza en ser solamente colimense, aunque su fama ha trascendido ya fronteras nacionales.

“Una fiesta en donde la figura principal no es el toro, el torero o el jinete, sino la plaza, considerada como la artesanía más grande del mundo”.

Muchos nos quedaremos con el deseo de participar en ellas, sobre todo en la primera cabalgata nocturna, que no tiene comparación con alguna del país. Un fenómeno social de asistencia y participación, con más de 70 mil personas como público a través del recorrido. Este año no escucharemos al Colorado Naranjo en los recibimientos, seguramente vendrán tiempos mejores. Nos veremos el próximo año, si Dios nos da licencia.