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Momentos



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

Fascinante


Sábado 27 de Marzo de 2021 8:51 am


IMBORRABLE se mantiene la imagen que guardo de una gata alimentando a un leopardo recién nacido. Sí, hablo de una gata doméstica común que pude ver durante la visita a un zoológico, lo cual suena raro ya que uno no va al zoológico a mirar gatos comunes y corrientes. Pero en aquella ocasión ese hallazgo fue lo más admirable y peculiar de ese lugar destinado generalmente a los animales más exóticos y a los que, de otro modo, no podríamos observar a tan escasa distancia.

En aquel momento me dejaron de interesar los gorilas y los leones, además de otra variedad de especies que languidecían en sus confinados espacios. Ciertamente que me entristece la experiencia de visitar un sitio de estos, pero eso es otro cantar. En aquella ocasión aquel descubrimiento le dio un toque de humanidad a ese lugar. Gracias a la amistad que había con el director de ese espacio tuvimos –mis hijos y esposo– la oportunidad de ser testigos de aquel pequeño prodigio. Aunque aquí me retracto, ya que no hay prodigios pequeños.

Así pues, todos rodeamos a la noble gata que más flaca que nada acogía prendido de sus mamas al cachorro de leopardo, mientras a su lado otro mínimo gatito compartía con su inesperado hermano de otro linaje la leche de su mamá.

Para esto, el leopardo bebé ya superaba en tamaño a su madre gata, lo que convertía ese cuadro en algo conmovedor. Quiero imaginar un cuento feliz o convertirlo precisamente en eso, para contarlo a mis nietos esperando que al hacerlo se haya convertido en realidad. Por eso mismo, cuando he vuelto a ver al amigo que en ese entonces dirigía el zoológico, no le he querido preguntar qué pasó después. Basta y sobra con haber sido testigo de algo tan ejemplar y hermoso. Espero que ese precioso cachorro de leopardo, cada vez más raro debido a nuestra escasa conciencia, haya tenido una oportunidad digna de su especie.

Si nuestra propia especie atraída por la cada vez más arrasadora ola del materialismo, está perdiendo la habilidad de ver más allá de su nariz, conviene recordar la frase atribuida a Einstein: “Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro”. Y sólo hay que sumergirse en la naturaleza que nos rodea, más allá del cemento armado, para constatar la verdad de esta sentencia. El remedio para todos nuestros males está ahí, prácticamente al alcance de la mano.

Ciertamente, no hemos perdido del todo, ese instinto de pertenencia a la Madre Tierra, basta observar cómo en el caso de nuestra comunidad la gente busca salir fuera de la ciudad hacia el campo; buscando el fresco del norte hacia el volcán –como decimos los de por aquí– en una especie de migración salvadora. Aunque como seres depredadores que hemos sido durante tanto tiempo, no nos hemos ganado la credibilidad de ser respetuosos con el medio ambiente. Así que queda en suspenso lo que vaya a pasar en estos sitios donde todavía reina el bosque.

Adentrarse en la naturaleza debería hacerse con la reverencia con la que se entra a un templo. Me parece oportuno por lo mismo, esbozar el relato cuya autoría pertenece al escritor y columnista Armando Fuentes Aguirre, “Catón”, acerca de un caminante, que al perder la ruta llega a un paraje idílico situado a la orilla de un lago de profundas aguas cristalinas donde los animales llegan a beber. Aves, ciervos y grandes felinos se acercan a él sin ningún temor.

A su regreso, el caminante arde en deseos de contar su fabuloso hallazgo, pero a medida que se acerca al pueblo se arrepiente de aquel impulso y decide mantenerlo en secreto para siempre; para que aquello siga siendo un paraíso. En días recientes apareció en Diario de Colima, una imagen de un jaguar con el pie de nota que hablaba de dos ejemplares avistados recientemente. Me abstengo de repetir en dónde, si esto contribuye a procurarles una vida más larga; quizá así la naturaleza nos siga pareciendo fascinante.

 

bigotesdegato@hotmail.com