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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

Entrada triunfal, pasión y muerte


Domingo 28 de Marzo de 2021 6:51 am


HOY comienza la Semana Santa. Estamos acompañando a Jesús en su entrada a Jerusalén. Primero lo vemos aclamado por el pueblo como el Mesías enviado por Dios. Jesús va montado en un borriquillo y las multitudes agitan ramos de palmas con cantos de alabanza y gritos de alegría: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.

Y así fue. El Señor entra triunfante a Jerusalén, pero poco después será clavado en la cruz. Es el misterio profundo de la libertad humana. La entrada triunfal fue pasajera. Muchos transformaron las alabanzas en gritos enfurecidos, condenando a Jesús y exigiendo a Pilatos: “¡Crucifícalo!”.

Cristo entregó su vida por amor a nosotros. Cristo en la cruz es como un “pan partido” para ser compartido por todos. Su sangre fue derramada para remisión de nuestros pecados, para comprarnos la vida eterna. Por eso, el juicio de la cruz no es un juicio para condenarnos, sino una luz para que el hombre rectifique sus actitudes, se convierta y viva. “Dios no ha enviado a su hijo al mundo para condenar, sino para salvar”.

Las últimas palabras de Jesucristo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, expresan que la pasión y muerte para Jesús no fueron un sacrificio fácil, sino una misión en extremo dolorosa y mortal. Jesús, en medio de sus angustias y desamparos, permanece fiel en todo momento a la misión salvífica encomendada por el Padre. Cristo, colgado del madero, es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y le devuelva al hombre la filiación, la comunión con Dios.

El relato de la pasión y muerte de Jesús deberíamos meditarlo en silencio, para poder columbrar y aceptar nuestra deuda de amor y las exigencias de la cruz. En todos nosotros hay un hombre oculto, violento, egoísta, que pretende vivir solamente para sí. De estas ambiciones brotan todos los desastres que rompen la fraternidad humana.

Debemos amar a nuestro prójimo como Cristo nos amó. Enfrentar con valor y con alegría nuestras propias penas, y ayudar a resolver el sufrimiento de tantos inocentes que tienen hambre, que son perseguidos, marginados, víctimas de la ambición y la injusticia. Nuestra gratitud y amor hacia la pasión del Señor deben volverse también hacia nuestros hermanos que, con sus penas, comparten la pasión de Cristo.

Amigo(a): Que las celebraciones de Semana Santa no sean solamente recuerdos sentimentales de una historia antigua, sino motivos actuales de reflexión y acción. Sería indigno convertir la Semana Santa en folclore o reclamo turístico. Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor debe ser agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor increíble de Dios y llamada a vivir como Jesús, solidarizándonos con los crucificados.