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Psico-tips



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ

La costra porosa


Domingo 28 de Marzo de 2021 6:51 am


SUELE ser muy divertido cuando cambiamos el orden de algunas palabras, y le acaba a de pasar a una persona en un video que circula por las redes sociales. Aunque se ha tomado en el sentido directo sus palabras para hacer mofa y escarnio, no me cabe duda que no es el mensaje que quiso transmitir, y no tanto por defenderla, pues sobre esta palestra debo manifestar el apartidismo que mantengo desde hace muchos años. Incluso puedo aceptar que en alguna ocasión me pasó mientras yo decía que no me gusta el sabor amargo de la cerveza y que por eso prefiero el tequila. Así que prefiero la cerveza por el sabor. Quien me conoce, sabe que no prefiero beber tequila, así que en ese momento dije mi barrabasada del día. Así, pues, a esta persona pública se le tachó lo menos de disléxica.

Como accidente, lo puedo considerar más un lapsus linguae (tropiezo que se comete al hablar). Pero hay un trastorno que provoca problemas y dificultades para el aprendizaje y ejecución adecuada en nuestras tareas cotidianas. Se le conoce como dislexia, y resulta de una afectación en algunas zonas del cerebro que se encargan de la recepción y procesamiento del lenguaje. La dislexia se parece mucho al lapsus linguae en cuanto a que cambian el orden de las palabras, o en su defecto de las letras y los números, lo que provoca errores muy frecuentes en las lecturas y en las matemáticas.

La dislexia como tal puede que sea más frecuente de lo que se piensa, y no es algo que se presente cuando las personas entran a la escuela, sino que es como el color de los ojos: se nace con ella. No, no se preocupen. Tampoco es como tener lepra ni en lo grave. De hecho es tratable y se puede llevar una vida normal

Mientras tanto, las personas con dislexia puede que hayan experimentado algunas dificultades temprano en la vida, como haber tardado un poco en comenzar a hablar, con mucha frecuencia invertir el orden de las estrofas o de las palabras en las canciones infantiles, escribir el cuatro al revés, ya sea como sillita o con la pancita como si fuera una “p”. En matemáticas es más complicado diagnosticar aunque también es más frecuente que se pueda observar aquí porque los números se pueden invertir con mayor frecuencia, pero como las matemáticas suelen ser desagradables y difíciles para la mayoría de las personas (bajo la metodología de enseñanza actual), simplemente se toman por errores de cálculo y de aprendizaje, y no se diagnostica pronto o simplemente nunca se diagnostica.

En casos profundos cuesta mucho trabajo ver similitudes entre figuras moderadamente complejas, para entender órdenes o instrucciones, anotar cifras simples (en lugar de 47, escriben 74, por ejemplo).

Aunque puede haber factores hereditarios que no podemos controlar, las mujeres que durante el embarazo que fuman, beben alcohol, usan drogas o llegan a contraer infecciones, sí pueden facilitar la aparición y desarrollo de la dislexia en sus hijos o hijas.

La dislexia no es un trastorno contagioso ni tampoco existe un tratamiento con pastillas o jarabes milagrosos ni remedios caseros. Tampoco funcionan los chanclazos, cinturonazos o las cachetadas para que se fijen bien. Al contrario, aumentan la ansiedad de quienes viven con dislexia al no saber cómo controlar el trastorno, ni los resultados derivados de muchas veces ni siquiera contar con un diagnóstico. En muchas ocasiones, ni siquiera los profesionales de la educación pueden percibirlo, pues se enmascara con facilidad. Creen que es una persona tonta, cuando simplemente están ante una persona con dislexia. Así, pues, el diagnóstico debe hacerlo una persona profesional que debería visitar cada salón y evaluar a cada persona.

Si su niño o niña dice una costra porosa, o lee las cosas al revés, si se le lengua la traba, o simplemente si tiene algún problema de aprendizaje, ¿no cree que sería bueno llevarlo al profesionista adecuado? Digamos, un psicólogo o psicóloga.


*Psicólogo