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Letras y números



JOSÉ ÁNGEL BRAMBILA LEAL

Capital político


Lunes 29 de Marzo de 2021 6:49 am


CUANDO la semana próxima el Instituto Electoral del Estado dé el grito de arranque y empiecen a aparecer los espectaculares de candidatos a las alcaldías, diputaciones locales y federales, los ciudadanos se van a quedar con la boca abierta cuando vean que hombres y mujeres, a quienes se habían acostumbrado a ver con los tonos azul, rojo, amarillo o verde, ahora portan con mucho orgullo una blusa o camisola del color que antes no podían ver ni en pintura.

¿Cuántos votos vale un personaje de la política colimense? Hasta 1994, cuando el PRI ganaba todas las elecciones con una diferencia enorme entre sus candidatos y los de la oposición, lo que menos le interesaba era repartir el pastel, pues aquel aparato, que se nutría con la totalidad de dirigentes de organizaciones campesinas, obreras, estudiantiles y empresariales, compartía apetitosas rebanadas a todos y cada uno de los líderes de aquellos organismos y a la oposición no le daba ni las migajas que caían al piso, pues ahí había otro ejército listo para devorar lo que sus jefes despilfarraban.

Cuando en 1997, contra todos los pronósticos, Enrique Michel surgió como el candidato que estuvo a punto de romper las estructuras de poder, que hasta entonces se antojaban indestructibles, los partidos empezaron a buscar alianzas de personajes o partidos que, aunque pequeños –los partidos–, abonaran sus votos a quien gracias a ellos pudiesen conquistar la victoria. Se les llamó el voto útil. A partir de entonces, las diferencias para obtener el triunfo de un candidato se han empequeñecido, con diferencias que tenían a los competidores al punto del infarto. Como ejemplo, dos resultados: Mario Anguiano le ganó la Alcaldía a Antonio Morales por tan sólo 124 votos, y Nacho Peralta ganó la elección ordinaria a Jorge Luis Preciado, por 503 votos de diferencia.

A partir de entonces todo se ha vuelto sumas y restas y los dirigentes de los partidos y candidatos a los altos puestos han salido como Diógenes con su lámpara, a la búsqueda de quien más votos le aporte a su causa para vencer en la contienda final, mandando al desván de los recuerdos los ideales y principios que dieron vida al partido en que militaban, convirtiéndolos en cachivaches inservibles dignos de tiempos ya idos, cuando algunos ilusos ofrendaron su vida, creyendo que su sangre sería simiente de causas justas.

La contienda de este año será recordada como la elección donde los actores cambiaron de teatro, de obra y de público, porque en los escenarios anteriores la función se había convertido en una tragedia, en un drama o en el menor de los casos, en una comedia. Por ello se han ido a correr la legua muchos que aspiran a triunfar en esos nuevos coliseos y sólo falta correr el telón para que la gente aplauda a protagonistas de la talla de Federico Rangel y Perla Vázquez; de Enrique Michel y José Manuel Romero; de Héctor Insúa y Mayrén Polanco; de Jorge Luis Preciado y Martín Flores; de Roberto Chapula y Ernesto Márquez; de Felipe Cruz y Guti Morales; y muchos, pero muchos otros comediantes que están terminando de ajustarse sus chaquetas de cuero o sus vestidos tradicionales.

¿Cuántos votos valen esos personajes? La respuesta está a la vuelta de la esquina. Igual que en el teatro, vamos a ver si el público está ávido de acudir a aplaudir a su actriz o actor favorito en el nuevo escenario donde ahora se presenta. No habrá muchas novedades. Los diálogos no van a cambiar: “Mi compromiso es con la gente”, “Desde esta nueva trinchera serviré a los ciudadanos con el mismo entusiasmo y honestidad de siempre”, “Son nuevos colores, pero bajo esta camisa traemos tatuado el amor por Colima”, “¡No nos vamos a rajar!”.

Total, si el público no responde y el actor sale entre silbidos, insultos y jitomatazos, es problema del público. No se les puede dar gusto a todos. Total, siempre habrá otros escenarios. ¿O no?

¿Gusta opinar? Lo espero en Las Mentadas.


jbrambilaleal@yahoo.com.mx