Sentido común
PATRICIA SÁNCHEZ ESPINOSA
Desembarcando del Nautilus
Viernes 09 de Abril de 2021 7:31 am
EN 2017 tuve la oportunidad de visitar Estados Unidos junto
a otros 21 periodistas de distintas partes del mundo, en un programa de
Liderazgo de Visitantes Internacionales diseñado por el Departamento de Estado
y el Buró de Asuntos Culturales y Educativos, titulado Periodismo de
Investigación. Su objetivo era expandir la democracia a todo el mundo,
explorando el rol que el periodismo de investigación juega en la sociedad
estadounidense. Los periodistas visitantes tendríamos la oportunidad de
explorar los valores y la ética sobre el periodismo de investigación y de
examinar el impacto de éste en la historia estadounidense. Durante el curso, las y los periodistas invitados exponían
sus preocupaciones y contrastaban sus opiniones con las demás, siendo la que
versaba sobre el futuro del periodismo la más recurrente. ¿A dónde iba el
periodismo actual?, ¿existía una crisis en el periodismo? La mayoría opinábamos
que así era. La problemática se repetía en todos los países representados:
menos interés de la gente por la prensa escrita, por comprar o suscribirse a
los medios impresos o digitales, así como de anunciarse en los mismos. Por el
contrario, crecía cada día una mayor inclinación de las personas a informarse a
través de las redes sociales, en espacios con bajo o nulo rigor periodístico.
Pero la pregunta que más se repetía cuando visitábamos distintos medios de
comunicación era “¿sobrevivirá la prensa escrita al cambio de paradigma que
estamos viviendo?”. Las respuestas variaban. Diversos medios a los que visitamos
nos decían que el periodismo estaba sufriendo una transformación y estaba
adaptándose para poder sobrevivir. Algunos habían optado por pedir donativos
para poder subsistir, otros suprimir su edición impresa para abocarse a lo
digital y unos más se convirtieron en organizaciones sin fines de lucro. Pero
las dos opiniones que más me marcaron durante mi visita, fue la del editor del
Pittsburgh Post-Gazette y la de la editora en jefe del San Francisco Chronicle.
El primero, al ser cuestionado sobre el futuro del periódico, comentó que en
ocasiones sentía “que estaba enamorado de una mujer muerta”, dando a entender
que luchaba por algo que ya no tenía solución. Mientras tanto, la editora del
San Francisco Chronicle dijo que después de una fuerte crisis habían logrado la
estabilidad y ahora podían asegurar que su medio podría seguir adelante. Un año después, el periódico Pittsburgh Post-Gazette dejó de
publicarse todos los días, para imprimirse tan sólo 2 días a la semana,
manteniendo su presencia de manera digital el resto del tiempo. Por otro lado,
el San Francisco Chronicle sigue adelante con dos productos, una edición
impresa y otra digital, la cual redirige al usuario a una subscripción si desea
continuar leyendo el resto de la edición. Recuerdo que la editora comentó que San Francisco era donde
la revolución digital había comenzado, que las oficinas de Twitter estaban a la
vuelta de la esquina, y las de Facebook a unas cuadras, por lo que, en cierto
sentido, estaban más adelantados que el resto del mundo en cuanto a
experiencia. Confesó que hubo momentos en que sí creyeron que iban a tener que
dejar de imprimir y cerrar sus puertas, pero que afortunadamente lograron crear
un equilibrio entre ambos mundos, al darse cuenta que el periódico impreso
representaba no sólo un canal informativo, sino también un artículo de lujo,
pues sentarse a leer un periódico en un café, o en la oficina, indicaba que
dicha persona gozaba de tiempo extra, por lo que daba la imagen de ser alguien
encumbrado en la escala social. En aquel momento pensé que quizás todos los periódicos
impresos lograrían encontrar un equilibrio conforme se ajustaran las
tendencias, pero entendía también que no todos lograrían aguantar hasta que eso
sucediera. Tres años después, la pandemia aceleró los procesos y acrecentó la
crisis económica que ya nos afectaba en México, lo que volvió insostenible la
industria periodística, sobre todo para una empresa familiar independiente. Admiro la templanza de mi padre, Héctor Sánchez de la
Madrid, quien nunca cejó en su lucha por sostener a Diario de Colima, buscando
preservarlo para las siguientes generaciones, incluso si eso significaba
transferirlo a otras manos que tuvieran las relaciones políticas y económicas
para enfrentar estos tiempos atípicos. Diario de Colima ha sido mi vida. Nací en una familia de
periodistas que me ayudaron a formar un pensamiento crítico desde muy pequeña.
Mis primeras travesuras fueron en sus instalaciones, cuando estaba en la calle
Gabino Barreda #119, donde me gustaba escalar la prensa y rodar en los rollos
de papel, para la intranquilidad de mi padre que siempre temió que fuera a
tener un accidente debido a que aquel no era un ambiente propicio para una
niña. ¡Pero a mí me encantaba! Amaba el olor del papel y de la tinta, me
encantaba colarme al cuarto oscuro y ver la magia del revelado de las fotos.
Aunque nunca me lo dijo, estoy segura que en más de una ocasión velé las fotos
en las que trabajaba Martín Medina, quien con paciencia me mostraba el proceso
fotográfico. El periodismo para mí no fue una vocación, fue un estilo de
vida iniciado por mi abuelo Don Manuel Sánchez Silva, y por mi abuela, Doña
Amalia de la Madrid Béjar, que tuve la fortuna de compartir con mi familia,
tanto con mi padre, Héctor Sánchez de la Madrid, quien fue mi maestro, guía y
modelo a seguir en esta profesión, como de mi madre, Patricia Espinosa Sotelo,
con su análisis certero, además de inculcarme responsabilidad, firmeza y
empatía. También pude contar con mis hermanos, Daniela y Héctor, quienes
siempre me apoyaron desde sus ámbitos, mi hermana con su sabiduría innata y
asertividad; así como mi hermano con su creatividad y dinamismo. A ellas y
ellos, mi eterno agradecimiento. El periodismo me permitió tener una vida intensa e
interesante, tuve la oportunidad de conocer a grandes personajes y de
involucrarme en numerosas causas que consideraba justas. Pude ver el lado
oscuro del Estado, cuando nuestra crítica no era del agrado de quienes ocupaban
temporalmente el poder, así como la fuerza de la opinión pública cuando ésta se
une en una sola voz. Aprendí lo que es la congruencia, pues comprendí que era
imposible mantener una postura en público y otra en privado. El día de hoy llega el día de despedirme de Diario de
Colima y sus páginas, lo cual inevitablemente me genera sentimientos
encontrados. Por un lado, me entristece dejarlo, pero por otra me anima el
saber que continuará publicándose y trascenderá a las nuevas generaciones.
Agradezco a mis lectores el haberse interesado en mis columnas y entrevistas,
por haber seguido mi interpretación del mundo a través de los últimos 14 años. A mi familia extendida, mis amigas y amigos, mis compañeras
y compañeros de trabajo, muchas gracias por su apoyo en todo momento. Extiendo mi gratitud a la nueva administración de esta Casa
Editora por la invitación a continuar escribiendo, pero considero que es
necesario aceptar los cambios, cerrar ciclos y seguir adelante, por lo que con
esta columna termino mis participaciones de Sentido común en Diario de
Colima. Les deseo mucho éxito en su camino, y que sigan dignificando el
nombre del periódico que fundó mi abuelo.
En la primera edición de Diario de Colima, el 8 de
noviembre de 1953, Don Manuel, mi abuelo, se presentó a sí mismo como “el
Capitán Nemo”, uno de sus conocidos pseudónimos. Dicha nave que él lanzó al mar
hace 67 años, 5 meses y un día, hoy ha llegado al puerto en el momento propicio
para desembarcar. ¡Misión cumplida, Capitán Nemo!