(In)movilidad global
ANDREW SELEE*
Sábado 10 de Abril de 2021 9:15 am
DESDE hace uno un año se paralizó el movimiento entre países a
nivel global. Los gobiernos impusieron nuevas medidas de control alrededor del
mundo, muchos vuelos se suspendieron y se impusieron requisitos de cuarentena
para los viajeros. Para las comunidades fronterizas, que viven de una ida y
venida constante entre ciudades hermanas, estas medidas tuvieron un impacto
especial en las relaciones familiares y los esquemas de trabajo. México ha sido uno de
los países que menos restricciones ha impuesto a los viajeros, pero otros
países, incluyendo EUA y Guatemala, sí han puesto restricciones en las
fronteras compartidas, y los mexicanos han encontrado los mismos obstáculos
para salir hacia otras partes del mundo que todos. En un reporte del
Instituto de Políticas Migratorias (MPI) y la Organización Internacional para
las Migraciones (OIM), lanzado el día de ayer, se hizo un análisis detallado de
las medidas implementadas por distintos gobiernos para cerrar paso al
movimiento entre países como resultado de la pandemia de Covid-19, y sus
impactos. Ha habido tres impactos
notables de estas medidas. Una es la brecha creciente entre los que tienen
movilidad, a pesar de las restricciones, y los que no la tienen. Un ejemplo
claro y relevante está en la frontera México-EUA, donde los ciudadanos y
residentes en Estados Unidos tienen casi completa libertad para cruzar hacia
México y regresar, pero los ciudadanos mexicanos necesitan justificar sus
razones para cruzar al otro lado. El efecto ha sido sumamente desigual para
diferentes grupos. Un segundo impacto ha
sido la vulnerabilidad de ciertos grupos que dependen de la migración. Esto
incluye a los que buscan refugio por causa de persecución política o del crimen
organizado y encuentran que su paso a salir de su país está efectivamente
cerrado, como algunos centroamericanos el año pasado. También fue el caso de
algunos trabajadores temporales viviendo en otros países, como nicaragüenses en
Costa Rica, o Filipinos en Arabia Saudita, que se quedaron varados en tierras
extranjeras sin posibilidades de regresar a sus familias. El tercer impacto ha
sido el empoderamiento de los intermediarios de la migración, los coyotes o
polleros, quienes han subido sus precios a raíz de la crisis de inmovilidad.
Sus servicios son más caros y más necesarios para los que desean moverse en
medio de las restricciones fronterizas en todo el mundo. Ahora estamos ante una
coyuntura en que están llegando las vacunas, y quizás es posible empezar a
pensar en un regreso a la movilidad para algunas personas en partes del mundo,
quizás para el verano o para otoño, pero también hay unos desafíos importantes
para restaurara la movilidad que una vez existía. Por ejemplo, muchos
países están pensando restablecer conexiones sólo con algunos otros países –por
ejemplo Australia con Nueva Zelanda o los países de la Unión Europea entre
ellos– más no con todo el mundo. En muchos lugares se están desarrollando
esquemas de pasaportes de vacunación, que tendrían que presentar los viajeros
antes de cruzar o subir a un avión, pero los criterios y formatos para esto son
distintos en cada lugar. De hecho, lo más difícil
al futuro podría ser las diferentes formas de abordar el regreso a la movilidad
en distintos países, de tal forma que podrá haber mucha confusión y hasta
contradicciones entre los esquemas de abordar esto. Habrá que encontrar
espacios para que los países hablen de sus estrategias y encuentren fórmulas
para coordinarse, porque si no, es muy posible que la transición de la
inmovilidad a la movilidad podría estar llena de topes y encontronazos que
generen incertidumbre y desconexión. *Presidente del
Instituto de Políticas Migratorias
@seleeandrew