Indicador político
CARLOS RAMÍREZ
Centroamérica sin destino
Domingo 11 de Abril de 2021 6:17 am
Con el
apoyo político mexicano y la inversión estadounidense de 4 mil millones de
dólares en 4 años, EUA y México quieren resolver la crisis de viabilidad
socioeconómica y policía de Centroamérica, cuyo origen se localiza en la
configuración de sus quebrados sistemas políticos y de gobierno y su fracasado
modelo de desarrollo dependiente. Con unos cuantos dólares, Washington y Ciudad
de México quieren desactivar las caravanas de miles de centroamericanos que
salen de sus países, cruzan territorio mexicano y solicitan asilo ante el
gobierno americano. El
problema migratorio centroamericano es grave y se une a la crisis permanente de
mexicanos que cruzan, de manera legal o clandestina, la frontera, para
internarse en territorio estadounidense en busca de empleo y bienestar que no
tienen en su país de origen. A la
fecha existen 11 millones de hispanos sin regularización migratoria y sujetos a
deportación inmediata, sin importar que pudieran haber vivido en EUA en los
últimos años. Obama deportó a más de 3 millones, Trump los criminalizó y ahora
Biden no sabe qué hacer con ese problema estructural de la desigualdad regional
del desarrollo. De la
población total de 50 millones de personas en siete países centroamericanos –la
zona territorial y estratégica que conecta Norteamérica con Sudamérica– algunas
estimaciones están señalando que la migración podría ser en total de alrededor
de un millón de personas. En 2019 y 2020 hubo decenas de miles de migrantes
forzosos que congestionaron y presionaron la frontera de EUA con México y la
declaración formal de no persecución por parte del gobierno de Biden ha
estimulado algunas caravanas de varios miles de personas. La crisis
migratoria al sur de EUA es grave. Y en la Casa Blanca no saben qué hacer con
el problema. El presidente Biden aprobó un programa de emergencia de 1.9
billones de dólares para atender la crisis social, económica y de empleo por el
Covid-19, pero para Centroamérica en 4 años estima destinar 4 mil millones de
dólares. Washington está más o menos tranquilo con la región centroamericana,
porque la crisis es de desarrollo y empleo y no ideológica como en los años 80.
La amenaza comunista que enardeció a Reagan y a su operador regional Henry A.
Kissinger en los años 80 ha derivado en gobiernos dictatoriales de izquierda
reprimiendo a la izquierda, como ocurre en Nicaragua. El
gobierno de Biden ha identificado un problema, pero carece de análisis y
diagnóstico y todo lo quiere arreglar con dólares regalados. La tesis de
Kissinger en su informe a Reagan en 1984 sigue latente: un problema de modelo
de desarrollo, de recursos naturales saqueados inclusive por EUA y la represión
social como mecanismo estabilizador. A esa Centroamérica se refirió, con enfoque
despectivo, Kissinger cuando afirmó que eran países “no viables”, cuya
dependencia sería a la larga una carga para la Casa Blanca. Pero el
problema de subdesarrollo ha derivado en crisis de violencia criminal y ahora
como un tema de seguridad nacional para EUA. Al derrotar a la guerrilla en El
Salvador y Nicaragua, EUA se desentendió de Centroamérica. El enfoque de seguridad
nacional ideológica –la amenaza comunista cubana– se deshizo por sí mismo ante
la imposibilidad de sociedades, economías y gobiernos comunistas en la región.
La salida lateral populista de Hugo Chávez y ahora Maduro –con sus aliados en
Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y Ecuador– tampoco alcanza para darle
gobernabilidad a la región. La grave
crisis centroamericana, además de la de gobernabilidad política y de modelo de
desarrollo insatisfactorio, es de violencia criminal en sus dos vertientes
principales: por el accionar de bandas delictivas y por los cárteles del
crimen organizado. Los organismos de seguridad han sido rebasados, cooptados o
anulados por los delincuentes y las estrategias de seguridad locales carecen de
apoyos internacionales. El principal temor de EUA radica en la infiltración en
las caravanas de delincuentes que vayan a organizar o a reforzar a las bandas
que ya existen dentro del territorio estadounidense y que controlan, junto con
los cárteles mexicanos, el
tráfico al menudeo de drogas. El grupo criminal Maras Salvatruchas opera no sólo en las calles de EUA, sino que
tiene el control de las cárceles. EUA está
mirando a Centroamérica como un problema de migración masiva ilegal y México
como un tema de presión fronteriza. El presidente López Obrador ha asumido esa
crisis con ojos sociales y ha señalado que el origen es de pobreza y
desigualdad en el desarrollo, pero los apoyos mexicanos son parciales (30
millones de dólares hasta ahora), por goteo y que sólo buscan replicar en otra
sociedad lo que ha sido pensado para la desigualdad mexicana. La crisis de
seguridad por los asesinatos en México de migrantes centroamericanos –guatemaltecos,
hondureños y salvadoreños– y el aumento de las bandas delictivas venezolanas y
colombianas ha carecido de opciones estratégicas. Y a ese problema natural en
la vecindad del sur se agrega hoy la presión del vecino del norte para que México
ayude a resolver la crisis histórica centroamericana. La
globalización en la zona de Norteamérica se olvidó del sur, los acuerdos
comerciales han abierto fronteras sin estimular modos de producción y
comercialización y la escasez de mercado interno tienen a Centroamérica en la
ruta de un colapso social violento que ha encontrado en la migración una
especie de fuga hacia adelante, con la gravedad de que EUA ya cerró sus
fronteras y aumenta las deportaciones, México no puede con su propia
marginación y desempleo y ahora se deben de sumar decenas de miles de familias
huyendo de la pobreza, la violencia y la inviabilidad como sociedad. @carlosramirezh