Cargando



Escribanías



RUBÉN CARRILLO RUIZ

Tradición contra vanguardia


Martes 13 de Abril de 2021 7:23 am


LA estridencia prolongada de las campañas políticas (y su contagio audiovisual), sumada al cambio coyuntural de las urnas, no debe impedir la reflexión imperativa, profunda, de la vida pública, cuyo factor educativo tiene papel núcleo.

Colima debería insertarse en la vanguardia de los enfoques pedagógicos. Una de dos: hay investigación y publicación aislada de contenidos o no existen con suficiencia tales aspectos, determinantes para el conocimiento de frontera y asequible a los perfiles docentes.

Por ejemplo, están en boga sendas discusiones susceptibles de argumentación sólida. Las describo con información del diario italiano Corriere della Sera.

Finlandia es el espejo donde todos los sistemas educativos del mundo quisieran reflejarse. Hace 3 años canceló la enseñanza de la escritura a mano por un pragmatismo: la impresión es más rápida y fácil.

Esta despedida caligráfica en uno de los sistemas educativos más avanzados del orbe abandona una herramienta centenaria de aprendizaje tradicional en aras de la instantaneidad tecnológica: los pequeños finlandeses aprenderán con tecleo en la computadora. La decisión del Instituto Nacional de Educación de Finlandia abrió un debate entre los especialistas, cuyos análisis muestran cómo la escritura a mano desarrolla habilidades cognitivas precisas en los niños.

Finlandia no es la primera Nación que siguió este camino. En Estados Unidos, por ejemplo, muy pocos manuscriben. Sorprende que el país nórdico suspenda los puentes con una escritura que incide en las clasificaciones OCDE-Pisa sobre las habilidades de los jóvenes de 15 años.

En el mundo hay otros sistemas escolares que destacan en las pruebas, como los tigres asiáticos. Pero a costa de la serenidad de los alumnos, sometidos a ritmos y presiones, con frecuencia intolerables. Este no es, ciertamente, el caso de Finlandia, que, por otra parte, descuella gracias a un sistema muy amistoso con los niños. ¿Cómo explicar, entonces, esta aparente entrega, de armas y equipajes, a la tecnología e internet, a la mensajería rápida y poco gramatical de las redes sociales, contra esa letra que no sólo es legado, sino herramienta útil que estimula el aprendizaje y la memoria debilitada por el uso de medios tecnológicos?

Más allá de las razones a favor o en contra de ambos tipos de escritura, sorprende que por ley se elimine la letra escrita a mano, cuando al fin y al cabo puede seguir conviviendo en paz con las nuevas tecnologías.

Las tabletas, ordenadores y teléfonos móviles cambiaron la forma en que escribimos, percibimos y aprendemos. Negativo, especialmente cuando se mira a niños y jóvenes. Según las últimas investigaciones de la neurociencia, la difusión de los medios digitales corresponde a una disminución de la memoria, de la orientación espacial y de una percepción menos precisa de las relaciones temporales. Desde un punto de vista educativo, la disminución de la capacidad de escribir a mano parece estar asociada a una capacidad más limitada de coordinación perceptivo-motora: es como decir que se observa una especie de ruptura en la relación entre pensamiento y acción.

Lo anterior no es teoría: un proyecto piloto en dos escuelas de Roma, en el que participaron 386 alumnos de primaria, lo demuestra. A los niños de las clases de tercero, cuarto y quinto se les pidió que escribieran a mano una frase todos los días durante 4 meses, de 4, 5 ó 6 líneas, en proporción a su edad. La investigación produjo más de 25 mil documentos manuscritos en 4 meses. A medida que pasaban los días, los niños aprendían a usar expresiones cada vez más eficaces, con unas pocas palabras adecuadas y no rondas léxicas. La sintaxis, la ortografía y la escritura en sí mejoraron: hubo una tendencia similar cuando se aprende un idioma extranjero. 

Los resultados del proyecto llamaron la atención del Ministerio de Educación para evaluar la posibilidad de ampliarlo a toda Italia. Porque “nulla dies sine linea”, como escribe Plinio el Viejo en Apele: la expresión, utilizada para rebautizar la investigación, recuerda la necesidad de que el pintor ejerza cada día su capacidad de dibujar al menos una línea.