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En memoria de mi General



ROSA EVELIA VILLARRUEL FIGUEROA


Viernes 07 de Mayo de 2021 7:24 am


A Colima llegó por invitación expresa de la entonces delegada estatal Loretta Ortiz, y con la complacencia de la mayoría de quienes éramos parte del Comité Ejecutivo Estatal de Morena, atendiendo básicamente al perfil que debería tener un candidato a la gubernatura, acorde a los estatutos del partido. El General Gallardo cumplía a cabalidad dichos requisitos, principalmente con los tres principios básicos de no robar, no mentir y no traicionar.

El hecho de haber nacido en uno de los municipios de nuestro estado (Tecomán), y ser una figura nacional, con una trayectoria intachable de lucha social, principalmente por los Derechos Humanos, le otorgaba al General Gallardo un estatus especial y la idoneidad suficiente para promoverlo como buen contrincante para derrotar a los partidos que por décadas se habían mantenido a la cabeza de la gobernanza en Colima, principalmente al PRI.

Hombre culto y formado académicamente, pues luego de graduarse en Ciencias Políticas y Administración Pública, continuó en la misma línea hasta obtener la maestría y doctorado, todo esto en lo que él llamaba mi segundo hogar, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde además era parte del cuerpo docente en el área de posgrados. Posteriormente hizo un posdoctorado en Estudios Latinoamericanos en el Instituto de Investigaciones Económicas.

Buen orador y con una memoria privilegiada, narraba como estando de cadete primero y luego escalando posiciones hasta llegar al grado de General, observaba con desagrado las injusticias que se cometían con él y demás compañeros y compañeras, donde la violencia se disfraza de disciplina, en aras del cumplimiento cabal a la formación de hombres y mujeres aptos y aptas para la rudeza con la que se podían enfrentar en las comisiones fuera del cuartel.

Seguramente el hecho de llevar una doble vida –fuera en la universidad durante su formación académica y dentro del cuartel– más la conciencia en la necesidad urgente de que dentro del Ejercito existirá una instancia que protegiera a sus integrantes de violaciones a sus derechos, ideó la creación de un ombudsman militar; así, con toda la sustentación jurídica que le permitía su estatus se lanzó en su propósito, y como resultado de ello, un consejo de guerra lo declaró culpable y fue llevado a prisión el 9 de noviembre de 1993.

Siendo un caso único en el país, tanto la prensa nacional como internacional, así como grupos progresistas del país, le otorgaron el estatus de preso político, e incluso Amnistía Internacional lo llamó preso de conciencia. Su estancia en la cárcel le ganó el respeto y admiración de millones de mexicanos y mexicanas, así como de personalidades de corte internacional. La prensa nacional, principalmente la revista Proceso, publicaban día a día el proceso que llevó desde la cárcel para obtener su liberación. Su situación fue llevada a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y fue liberado el 7 de febrero de 2002.

Durante su estancia dentro del Ejército desempeñó varios cargos de suma importancia, recibió condecoraciones y reconocimientos internacionales e incluso participó en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.

Hablar del General Gallardo es adentrarse en una vida llena de glorias, pero también de dolor, siempre desde los buenos propósitos. Le preocupaba el bienestar de todas las personas y habría sido un excelente gobernador, porque en su desempeño no hubiera permitido ni corrupción, ni malos manejos de las finanzas y estoy segura que también elegido un gabinete de personas integras como él.

Durante su estancia en Colima, quienes lo denostaron por no ser “político”, rudo en su hablar y actuar, nunca entendieron que él traía puesta otra formación, sí, mucho más honorable que las personas que hoy el partido ha elegido como sus mejores propuestas en la actual contienda. Yo me quedo con el honor de haber convivido muy cercanamente a él, con sus aprendizajes. Siempre en mi corazón, General Gallardo.