Biden ante G7 y OTAN: la carga de Trump
MAURICIO MESCHOULAM*
Sábado 12 de Junio de 2021 8:49 am
TRUMP no se ha ido a ninguna parte. Mientras Biden se encuentra en
la cumbre del G7 para luego viajar a la de la OTAN, muchos parecen tener claras
varias cosas: primero, lo sucedido en esos mismos foros, pocos años atrás con
su antecesor; segundo, que Biden intenta contar otra historia sobre EUA y su
responsabilidad global; tercero, que al mismo tiempo que Biden cuenta esa otra
historia, Trump y sus teorías de fraude electoral siguen siendo inmensamente
populares en su país; cuarto, que ese ex presidente mantiene el control del
Partido Republicano y quienes se atreven a oponerse están pagando el costo; y quinto,
que todo indica que se intentará reelegir en 2024. Así que, vayamos por partes. Biden busca enviar el
mensaje de que EUA está de regreso. Lo está para cumplir con sus compromisos
previos y también para enfrentar los retos actuales y futuros. En su visión, el
liderazgo de Washington importa para poner en marcha medidas colaborativas y
coordinadas con sus aliados a fin de estar a la altura de esos retos. De igual
forma, esas acciones coordinadas con aliados son indispensables para poder
confrontar a China y a Rusia, los dos mayores rivales de Occidente. De manera paralela, sin
embargo, en su propio país se cuenta otra historia que dice que Biden llegó a
la presidencia tras un fraude masivo. Más aún, desde hace ya años, se han
esparcido teorías que indican que EUA está dirigido desde los sótanos por un
grupo de pedófilos satánicos, posicionados en el mundo de la política, los
espectáculos y los negocios; 15 por ciento de estadounidenses, y
específicamente, 25 por ciento del electorado republicano cree que todo lo
anterior es verdad y 70 por ciento de votantes republicanos piensan que hubo
fraude electoral. Por tanto, todo lo que tiene que hacer Trump es atizar las
llamas y el incendio renace. A pesar de que los resultados electorales fueron
certificados por cada estado y por el Congreso, continúan los intentos de
legisladores republicanos y equipos de abogados para revertir dichos
resultados. Adicionalmente, al
interior del partido republicano, basta denunciar al ex presidente u oponérsele
de alguna forma, para recibir el castigo de las mayoritarias fuerzas que le
apoyan. Al final del camino,
esta es la realidad: dada la composición del colegio electoral, dado el peso
que en éste tienen los estados que tradicionalmente votan por el Partido
Republicano, y dado el impacto que las restricciones electorales que se están
implementando podría tener sobre votantes tradicionalmente demócratas, un
futuro candidato como Trump, no requiere convencer a la mayoría de
estadounidenses acerca de su historia. Basta con que sostenga un apoyo relativo
entre el 47 por ciento que le respaldó en 2020, y afine su eficacia en estados
en los que Biden ganó por un pelo, y sus posibilidades de recuperar la
presidencia crecen. Ello tiene implicaciones
internacionales relevantes. Aún creyendo plenamente en Biden y en su equipo, es
imposible descartar el poder que conservan Trump y su relato. Solo que, en ese
relato, EUA tiene que mirar hacia adentro antes que hacia afuera. Porque en esa
otra historia, los aliados de Washington solo sacaron ventajas sin pagar los
costos. En esa otra historia, EUA no debe pelear las “guerras de otros” ni
comprometer recursos o personas para defender a nadie. En esa otra historia, el
cambio climático no existe y se puede cancelar acuerdos internacionales firmados
por otras Casas Blancas en las que él no habitaba. Como consecuencia,
cuando escuchan a Biden, sus aliados saben que nada puede garantizar la
supervivencia del liderazgo que promete, los compromisos que haga o las firmas
que plasme. Su narrativa tiene una robusta competencia en casa.
Twitter: @maurimm