La mala costumbre de esconder el dolor
RUTH HOLTZ*
Sábado 19 de Junio de 2021 8:09 am
LA vida nos trae tristezas y alegrías, sinsabores y felicidad,
sufrimiento y dilemas. La vida es una aventura y si somos valientes, podremos
salir victoriosos, pues la victoria verdadera es ver tu ser interno esculpido
como lo que auténticamente, ver que tu espíritu adquiere peso y sientes la
madurez como la capacidad de gobernarte a ti mismo y a todo lo que nace de ti. Sabemos que no es fácil
enfrentar el dolor, que puede partirnos, doblegarnos, traumarnos, enfermarnos,
enloquecernos y hasta nos puede hacer buscar la muerte, la destrucción, la
revancha. La mala costumbre de esconder el dolor puede parecer una buena
táctica, podemos acostumbrarnos a guardarnos todo, a desmentalizarnos para
disociar de nuestra mente todo recuerdo o sensación que nos recuerde lo que nos
marcó tanto; podemos eludir sentir, evitar ciertas situaciones para que no se
repita. Pero nada funciona. Lo que vives vive en ti y si los escondes o
rechazas se vuelve una fuente de la que emana todo lo que atraes similar a eso,
aunque no quieras, se convierte en la zona en la que parte de ti se mutila.
Alimenta el inconsciente que pasa a construir síntomas, formas veladas de
desahogo, de rabia, de impotencia o incluso nos transforma en minusválidos,
pues nos cercena capacidades. Si me trago el enojo, bloqueo el amor, si decido
no sentir el dolor, me vuelvo insensible a todo sentimiento, si evito lo que
más temo, lo atraigo y a la vuelta de la esquina me lo encuentro. Así es el
inconsciente, atrae más de lo mismo hasta que se encuentre solución. La peor batalla es con
uno mismo. Podemos al principio huir, culpar, proyectar, atacar, salvar,
echarnos la culpa, ayudar desmedidamente hasta borrarnos a nosotros mismos, o
incluso generar una indiferencia ante la vida, pero tarde o temprano se nos
vendrá una situación que nos desafíe a enfrentar eso que le hemos dado la
vuelta. No hay forma de escapar. Por eso como dice Pedro Calderón de la Barca:
“La mayor victoria: el vencerse a sí mismo”. “Estate preparado para
la batalla si quieres conseguir la victoria”, dice Tomás de Kempis. La
psicoterapia es una forma de prepararse para las batallas de la vida. Es
necesario comprender qué fue lo que nos marcó, nos hizo lo que somos, lo que
nos atora. Necesitamos enfrentar el dolor. Se requiere valentía, decisión, pero
también herramientas y un experto en manejar esas herramientas que nos adiestre
en “el arte de acecharse a sí mismo”. Los herederos de los
antiguos chamanes toltecas otorgan una importancia especial a lo que ellos
llaman “el arte del acecho”. Dicho arte, se lleva a cabo por el practicante en
la realidad cotidiana, haciendo de ésta su campo de batalla, convirtiendo cada
acto, cada interacción con sus semejantes en un acto lleno de significación y
en una oportunidad de autoconocimiento y crecimiento personal. Lo que ellos llaman
acecho, no es nada más (ni nada menos) que el control estratégico de la propia
conducta, el acechador más que alejarse del entorno social ordinario, se queda
en él, en el centro mismo de la acción y lo utiliza para templar su espíritu y
llevarse a sí mismo más allá de los límites de su historia personal, la clave
de este proceso es conseguir la “actitud justa” (©Guillermo Robledo – 2003). “Acecharse a uno mismo”
en la psicoterapia es una parte fundamental de cambiar. Si nosotros sólo
enfocamos a los demás sólo nos borramos. Y si además seguimos “gastando
energía” en olvidar, en esconder lo que nos avergüenza, nos duele o nos da
miedo, si nos seguimos bloqueando para no sentir, entonces estamos deambulando
como locos, como muertos que caminan sin ton ni son, huyendo de sus propios
fantasmas, de cosas que ya pasaron y que volverán porque nosotros mismos
insistimos en traerlas para poder por fin ser libres y ganar la más complicada
de las batallas: “la conquista de uno mismo”. *Psicoterapeuta 312 330 72 54 / 312 154 19 40
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