Putin-Biden: en busca de distensión y estabilidad en el conflicto
MAURICIO MESCHOULAM*
Sábado 19 de Junio de 2021 8:13 am
TODA negociación emerge porque existe, al menos, un destello de
esperanza de que las partes encuentren zonas de posibles acuerdos. Incluso
entre los más grandes oponentes, las conversaciones son una práctica
profesional que no necesariamente nace de la afinidad o el olvido de agravios,
sino porque existe el reconocimiento de intereses comunes, por mínimos que
sean. La reunión Putin-Biden surge de una multiplicidad de objetivos. Primero, lo general:
estabilidad y predictibilidad. Hay un reconocimiento en ambas partes de que la
relación entre Estados Unidos y Rusia se encuentra en su punto más bajo desde
tiempos de la Guerra Fría, y de que evitar que las tensiones sigan escalando es
un interés compartido. Segundo, el
ciberespacio. Estados Unidos, por supuesto, adjudica al Kremlin su
responsabilidad directa en todos los rubros relacionados con ciberataques de
agentes estatales, de criminales o de guerra informativa. Putin se defiende
diciendo que Moscú no tiene nada que ver con ello, y que, en todo caso,
Washington hace exactamente lo mismo. El riesgo es espirales ascendentes de
violencia en el mundo ciber que se trasladan a otros ámbitos, lo que genera
niveles de inestabilidad en la confrontación difíciles de predecir. El objetivo
de Biden en ese sentido es establecer reglas mínimas de comportamiento. Tercero, el mensaje
político de Biden. El presidente estadounidense busca mostrar a su propia
audiencia que él es radicalmente distinto a Trump. Biden sí habla a Putin de
manera directa, sí le hace responsable por las violaciones a derechos humanos
en su país o por la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses, entre
otros temas. Cuarto, el objetivo
político de Putin. Si bien Biden no le da el gusto de una conferencia de prensa
compartida, Ginebra sí es una plataforma que atrae toda la atención
internacional que le permite comunicar sus propios mensajes, defender su caso,
y obtener el trato de par que, en su visión, Rusia merece. Quinto, controlar las
potenciales escaladas militares como ha sucedido con el tema de Ucrania
recientemente, el cual desescala precisamente ante la invitación de Biden a
esta cumbre. Sexto, los múltiples
temas comunes. Muy al margen de lo anterior, hay un sinnúmero de intereses
compartidos entre las superpotencias. Esto incluye, por ejemplo, el control de
armamento, el Ártico, la crisis climática, el combate a la pandemia, la
cooperación espacial, o bien, temas específicos como la reactivación del
acuerdo nuclear entre las potencias e Irán. La medida del éxito de
esta cumbre no está por tanto en su traducción inmediata en logros mayores o en
la reducción de las tensiones que seguramente seguirán presentes, sino en la
posibilidad de lograr que las fracturas no crezcan más; que la confrontación en
el ciberespacio se mantenga bajo lo que se conoce como un “tit for tat”
(respuestas proporcionales y limitadas sin que la espiral se siga
incrementando), y que en los otros temas de interés común se logre dar algunos
pasos en la dirección favorable. Por ahora, además de ciertos compromisos, se
ha conseguido que los dos embajadores que habían sido retirados de sus
embajadas “para consultas” a raíz de toda la conflictiva suscitada, regresen a
las respectivas capitales. No obstante, hay ya
muchas fuerzas que han sido desatadas en los últimos años. La desconfianza ha
aumentado demasiado. La ciberguerra no se va a detener y difícilmente se
cumplirá el respeto a las líneas rojas que Biden buscó trazar. La clave estará
en ver si, a pesar de ello, ambas potencias consiguen sostener el poder que el
diálogo franco, profesional y fluido puede aportar incluso entre los mayores
rivales. *Analista internacional
Twitter: @maurimm