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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

¿Opacidad?


Martes 03 de Agosto de 2021 7:36 am


SI una administración pública adolece deliberadamente de la transparencia en el uso de los recursos públicos, es evidente que no tiene coincidencia con los intereses sociales, pierde base social que en un momento dado la apoyó políticamente y deteriora su credibilidad. Un escenario distinto es el que se construye cuando una administración pública hace uso honesto del erario público.

Durante muchos años, los gobiernos instituidos plasmados en las administraciones públicas han dispuesto de los recursos económicos a su antojo, sin dar cuenta de nada, con lo cual se daba lugar (y se sigue dando todavía) a tropelías de diversa índole.

El uso transparente y honesto de los recursos económicos, su aplicación en obras de sentido verdaderamente social y la información constante hacia la ciudadanía de dichas acciones, son los ingredientes mínimos que una administración pública requiere hacer para cumplirle a sus representados.

Pero considerando la génesis de la subcultura política sustentada en la simulación y el engaño, promovido permanentemente por actores políticos que interpretan el servicio público como la oportunidad para enriquecerse, el resultado lógico es la opacidad complementada por actitudes de autoritarismo. Han sido años y años que organizaciones partidarias con la etiqueta líneas arriba mencionada, aportaron y siguen aportando material humano para nutrir administraciones sumamente eficientes para dañar perniciosamente el erario.

Su sello distintivo ha sido el uso de los recursos públicos eficazmente, sí, pero para los negocios particulares que les generan acumulación de la riqueza. Se hace gala de una actitud perversa en el desvío de recursos, no obstante estar etiquetados en otros rubros como corresponde al cumplimiento de la legislación y se exponen argumentos que se traducen en un insulto a la ciudadanía.

El cliché de este tipo de administraciones públicas inmersas en la opacidad y en sus fenómenos inherentes, continúa en los espacios geopolíticos en los que aún no llegan las fuerzas progresistas al poder. En Colima se ingresará a una etapa que marcará la diferencia en el ejercicio del poder, respecto al que han hecho las administraciones antecesoras.

En lo que se refiere a esas antecesoras, de sobra es conocido el asunto de los últimos eventos en que la sociedad colimense se ha visto envuelta, teniendo como eje impulsor de las desventuras, a un titular del Ejecutivo como elemento visible de la descabellada toma de decisiones que ha colocado en entredicho las condiciones de vida de sus trabajadores.

El endeudamiento de la administración estatal a punto de fenecer tiene su explicación así como su motivación. Sexenios estatales anteriores ya cargaban con un endeudamiento que adquirió cifras escandalosas en el presente, con lo cual, al no advertir obra pública trascendente para justificar en esas inversiones la magnitud de la deuda, se obliga a entender que el camino fue la malversación de recursos económicos.

¿Cómo se puede explicar razonablemente que el dinero que se descuenta a los trabajadores cada 15 días, no haya llegado a su destino en el Instituto de Pensiones? ¿Es moral, racional, echar mano de los salarios de los trabajadores para saldar deudas a corto plazo, acudiendo al argumento infantil de que la legislación lo obliga a hacerlo antes de terminar su administración? ¿Fueron los trabajadores los causantes del endeudamiento?

Enmarcado en la aventura política de sus correligionarios de la Alianza Federalista, el titular del Ejecutivo estatal le abona a la escalada que la derecha persevera contra el Gobierno Federal. Su único aliciente para darle solución al problema, es que el Gobierno Federal aporte recursos extraordinarios para ello. No explica qué se hizo con los recursos, pero con toda “ansiedad”, lanza la bolita a otro espacio, al estilo de los mercenarios de la política.