Luz y viento en la pandemia
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JULIO CÉSAR ZAMORA VELASCO
Sábado 28 de Agosto de 2021 7:03 am
DURANTE la pandemia, las puertas se han cerrado aquí y allá, pero
las ventanas han permanecido abiertas. Al otro lado de ellas, la vida continua,
a veces silenciosa; en otras, bulliciosa. Hubo personas creativas y curiosas
que decidieron imaginar qué había y qué sucedía dentro de ellas. Al interior, a
su vez, los residentes cavilaban sobre lo que ocurría allá afuera, contemplar
el dinamismo social o ir más allá de lo visible. Los más osados, de ambos
lados, vieron mundos fantásticos que terminaron en pinturas, canciones o
libros. Como elemento
constructivo, la ventana representa luz y viento, pero tampoco difiere mucho en
un sentido metafórico, como el espacio para la contemplación, no sólo de lo que
observamos, sino también como un marco delimitado por el que percibimos lo
intangible, una alegoría de revelaciones. La etimología de la
palabra es esclarecedora, proviene del latín ventus (viento), una
función primordial entre los romanos de la Antigüedad, haciendo referencia a la
capacidad de ventilación, más que de iluminación. Para eso tenían el atrio o
patio central dentro del edificio, sin techo. En la lengua inglesa tiene el
mismo origen, ventana es window, que a su vez se compone de la
raíz-sustantivo wind, viento. Entonces, la finalidad primordial fue la
entrada de aire, como un respiradero. En latín, se le denominaba
fenestra, aparentemente de origen desconocido, pero de esta etimología
derivan los cognados para el mismo término en lenguas románicas y germánicas.
Resulta extraño que la palabra original esté en desuso (la más parecida -obvio-
es en italiano, finestra), pero en cambio sí se conservan términos
relacionados como defenestrar, que significa arrojar a alguien por una ventana.
En política la hemos escuchado muchas veces, “fulano fue defenestrado”, aunque
sólo se aplica a la destitución o expulsión de un alto cargo político, pero
históricamente sí ocurrió así con las defenestraciones de Praga. Llama la atención que a
pesar de que el español procede de las lenguas romances y el inglés de las
germánicas, tengan una similitud en la concepción de la palabra ventana, lo que
hace pensar que su origen y función básica fue el viento. Aunque filólogos y
lingüistas (A. Ernout y A. Meillet) señalan que la génesis de fenestra
es oscura, encuentro similitudes fonéticas en fenster, del alemán; venster,
del neerlandés, y ventus, del latín. La ventana viene del
viento en la mayoría de las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, en regiones de
mayor latitud el término se asocia a la luz, como en albanés, ventana es dritare,
que proviene de la raíz dritë, luz. Es comprensible que donde los rayos
solares son más perpendiculares y por ende generan más calor, se busque el
viento, como en América; y donde son tangenciales se busque más la luz, como en
la península balcánica europea. De esa complejidad
lingüística viene también la creación de las mismas en la arquitectura. Auguste
Perret y Le Corbusier tuvieron fuertes desacuerdos sobre la composición y
función de las ventanas. El primero buscaba conservar la tradición con la forma
vertical, apegándose a los aspectos funcionales; mientras que el segundo
proponía la ventana apaisada, porque permite la inclusión del paisaje en un
primer plano de la visión, así como para introducir una mayor cantidad de luz y
aire. Lo anterior fue una
disputa que ocurrió hace ya casi cien años (1923), pero para el arquitecto
contemporáneo, el portugués Eduardo Souto de Moura, el problema persiste. Ha
dicho que diseñar ventanas es la cosa más difícil de hacer en arquitectura.
“Hay pocos arquitectos que sepan hacer ventanas muy bien, con honestidad. De hecho,
se hacen tantos muros de vidrio, entre otras cosas, porque no se sabe hacer
ventanas”.
El
constructor mexicano Luis Barragán decía que “los arquitectos están olvidando
la necesidad de los seres humanos de la luz indirecta, el tipo de luz que
impone una sensación de tranquilidad, tanto en sus salas de estar como en sus
dormitorios. Deberíamos tratar de recuperar la tranquilidad mental y espiritual
y aliviar la ansiedad, la característica sobresaliente de estos tiempos
agitados, y los placeres de pensar, trabajar y conversar aumentan por la
ausencia de luz deslumbrante y perturbadora”.