Cargando



Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

No pasarán


Martes 07 de Septiembre de 2021 8:07 am


EL origen histórico del PAN da cuenta de su naturaleza política y de la fidelidad a las razones de su surgimiento. En el marco del más puro conservadurismo, los reducidos sectores sociales adinerados de los años 30, exhibieron su contrariedad por el sello característico de las políticas oficiales del periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, dándole forma a una organización partidaria para enfrentarlo en la lucha política.

Sí, el blanquiazul siempre ha tenido vocación gerencial y acendrada inclinación hacia los resultados de lógica distribución de la riqueza en ese sentido: unos pocos acumulando riqueza a costa del esfuerzo de millones de asalariados. Nunca se han significado por alguna cercanía a los intereses de los campesinos, de los obreros, de los jornaleros agrícolas, en fin, de los sectores sociales que se ven inmersos en la pobreza.

En la misma sintonía, para ellos el Estado como institución política, debe ser un instrumento de beneficio para garantizar, a través de las distintas políticas oficiales, sus requerimientos de acumulación de riqueza. Debe garantizar, además, por sobre cualquier cosa, privilegiar al capital y castigar al trabajo, como condición de existencia que la encuentra como natural. Lo contrario a ello, es un sacrilegio que se abona con la complicidad del clero reaccionario.

Ahora, en condiciones políticas de marcada adversidad a sus intereses burgueses, angustiados porque su mezquino quehacer político no hace mella en el desarrollo del gobierno popular de AMLO, rememoran alianzas políticas con las que muestran la madera fascista de que están hechos. Es la diferencia existente, entre un régimen que cobija a republicanos defensores de la democracia, y grupos políticos que se hermanan con el fascismo. Es lo de hoy, blanquiazules tomados de la mano de los fascistas españoles, pretendiendo socavar el régimen popular surgido de la insurrección de 2018.

Medios de comunicación televisivos e impresos huérfanos ahora de los recursos del erario público, apologistas del capitalismo, reconocidos jilgueros en calidad de “intelectuales” con prioridades monetarias, instituciones privadas cobijadas otrora por el poder tecnócrata, partidos políticos dóciles y comparsas de los sexenios neoliberales, conjuntan sus esfuerzos para seguir la línea que les impone el poder económico: contribuir a imponer la óptica burguesa del quehacer gubernamental, por un lado, y por el otro, moldear la opinión pública con la tendencia a la satanización de la insurgencia civil.

Es lógico que ello contribuya a la exacerbación de la conflictiva social, que no es nueva, porque entonces se negaría que la lucha política, esa lucha por el poder que se manifiesta en los hechos cotidianos, se encuentra al margen de la lucha de clases. Los señores del dinero y sus representantes políticos han sido desplazados del poder y eso es un hecho real, de manera que su reacción es natural para intentar recuperar el espacio político más importante del Estado.

En su quehacer político, el conservadurismo acude a las prácticas de toda índole compendiadas en la mentira, en el engaño, el vituperio, la demagogia, los baños de moral, tan características de su subcultura política. Su propósito elemental, por el momento, apunta a denigrar por todos los medios posibles al gobierno popular de AMLO, desacreditarlo, vulnerarlo, fabricarle equívocos, editarle sus declaraciones, magnificarle perversamente presuntos errores y hacerlo presa fácil en el proceso de Revocación de Mandato de 2022.

El escenario derivado de la acumulación del capital, en el sentido dialéctico de la lucha de clases, exhibe que se produzcan los movimientos sociales tendentes a revertir su situación de injusticia, por una situación de justicia. Esa revolución silenciosa, deberá cubrir también el espacio nuestro desde el 1 de noviembre.