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Psico-tips



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ

La hipnosis


Domingo 19 de Septiembre de 2021 6:55 am


EN las caricaturas de Hollywood, las personas cambian de personalidad en un tronar de dedos. Recuerdo los shows como el de “Taurus do Brasil” o el espectáculo de Tony Kamo, en los que hipnotizaban a decenas de personas para empujarlas a realizar algunos actos jocosos y divertidos, mismos que no habrían realizado en su estado pleno de consciencia.

Recuerdo que en una función de circo que vino a Colima, el hipnotista pidió a una amiga mía que bailara y le provocó un intenso dolor en un brazo a uno de mis vecinos. Además le pidió que gritara del dolor, pero como mi vecino tenía un umbral muy alto, mi vecino no gritaba a pesar de la insistencia: el hipnotista se tuvo que conformar con ordenarle “¡grita!”, y mi vecino gritó. Aunque no estoy seguro de que gritara por dolor.

Se suele diferenciar a un hipnotista de un hipnólogo, en cuanto al empleo de la hipnosis y la formación académica. El hipnotista, por su lado, puede o no tener algunos estudios en hipnosis y se enfoca al entretenimiento. Un hipnólogo jamás se prestaría a hacer un espectáculo y además seguramente tiene una profesión como psicología o psiquiatría. Por si fuera poco, existen diplomados y posgrados como maestrías y doctorados en hipnosis, con técnicas muy variadas y con fines muy específicos para ayudar a las personas en procesos terapéuticos, es decir, curativos.

Aunque la hipnosis ya tiene más de 2 mil años entre nosotros, todavía en algunos círculos se duda de su eficacia en la terapia de cualquier tipo. Se le ha empleado para curar las fobias, mejorar el rendimiento de los atletas, volver a las personas más inteligentes, curar el tabaquismo, el alcoholismo, etcétera.

La hipnosis, a pesar de tener miles de años, no ha logrado la contundencia ni el impacto como medicina definitiva inobjetable. Quizás su talón de Aquiles más evidente sea el hecho de no poder medir objetivamente la profundidad del estado de hipnosis del hipnotizado. No existe una prueba de sangre o color en la piel, ni ninguna señal que nos indique si la persona está verdaderamente hipnotizada. Adicionalmente, no siempre las personas hipnotizadas pueden estar en transe y no gesticular, pues quizás se desactivó su corteza motora. Aunque es cierto que se puede emplear un electroencefalograma (EEG), también un profundo estado de relajación arroja lecturas similares.

En mi experiencia, sí hay personas que son susceptibles de caer en un profundo estado hipnótico y de obedecer las sugerencias de hipnólogo o del hipnotista, según sea el caso. La literatura y otras publicaciones describen a un porcentaje de personas que no son sensibles a la hipnosis y otro porcentaje importante se negará a seguir las instrucciones.

Ahora bien, no debe considerarse como tratamiento único para aliviar alguna dolencia o cambiar algún hábito. Más bien debe ser considerado como una parte coadyuvante de un proceso terapéutico guiado por personas que tengan una amplia educación, para que puedan enfrentar las múltiples circunstancias que pueden aparecer en cada caso de cada persona. Existe la hipnosis tradicional, de programación neurolingüística, la eriksoniana, la cognitivo-conductual y hasta la autohipnosis.

Pero bueno, tampoco se trata de poner en ridículo a la hipnosis, al contrario, darle su adecuada dimensión considerando que se puede emplear para el tratamiento de fobias, miedos, ansiedad, trastornos del sueño, depresión, manejo del estrés, entre muchos otros. Por ejemplo, en un caso un tratamiento contra las adicciones se debe considerar un equipo que incluya tratamiento médico, psicología y trabajo social. La hipnosis es, pues, una herramienta más, pero no necesariamente el tratamiento estrella en torno al cual girará toda la terapia y la recuperación. Por el otro lado, no sólo está la susceptibilidad de la persona, sino la voluntad de cambiar un hábito.


*Psicólogo