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Razones



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

No entienden qué somos ni dónde estamos


Lunes 20 de Septiembre de 2021 7:38 am


ALGUIEN tendría que explicarle al presidente López Obrador que no estamos en los años 70, que la guerra fría ya terminó, que aquello de la tercera posición equidistante de la Unión Soviética y Estados Unidos es una antigualla ideológica tan olvidada como la de ser parte del Tercer Mundo.

Que en términos políticos, sociales, de seguridad y económicos nuestro principal aliado es Estados Unidos, al que nos une no sólo un tratado económico y comercial que tiene ya más de un cuarto de siglo, sino también la existencia de millones de compatriotas en la Unión Americana, que aportan a las arcas nacionales nada más y nada menos que 40 mil millones de dólares al año.

Que una alianza para América Latina tipo Unión Europea, como de la que habló López Obrador, para nosotros es inviable porque sencillamente no existe entre los países de la región el intercambio comercial (olvidémonos de la integración económica e industrial) suficiente para hacerlo, pero tampoco el político: la base de la Unión Europea fue el acuerdo entre Francia y Alemania, en los años 60, pero el sustrato de ese acuerdo y la posterior construcción de la Comunidad Europea se basó en un principio: la democracia, ningún país podía (ni puede) ser miembro de la Unión sin respetar los principios democráticos, y esos incluyen libertades políticas, de prensa, elecciones libres, respeto a los Derechos Humanos, principios inamovibles de la carta europea. Y todos pertenecen a la OTAN, junto con Estados Unidos.

En las declaraciones presidenciales la democracia fue obviada. El presidente López Obrador destacó la defensa de la soberanía pero ignoró la democracia, tuvo tiempo para reclamar una y otra vez el levantamiento del embargo a Cuba pero no tuvo una palabra para la democracia y la libertad, esa que es inexistente en Cuba, en Venezuela, en Nicaragua.

En la conmemoración del inicio de la Independencia, el 16 de septiembre, el orador fue nada más y nada menos que Miguel Díaz-Canel, el mandatario cubano fruto de una dictadura que dura ya más de 60 años, que fue parte integral del bloque soviético hasta 1989, o sea, actor de la guerra fría, un régimen al que el presidente López Obrador llenó de halagos, de apoyo político y material, precisamente en medio de las mayores protestas (y la mayor represión) en la isla de los últimos años.

Cuba no está resistiendo la agresión estadounidense. El gobierno de Fidel Castro, habría que recordarlo, colocó misiles nucleares soviéticos en la isla en 1962. Esos misiles podían atacar la costa de Florida e incluso Washington en minutos, dejando a Estados Unidos sin capacidad de respuesta. Eso provocó la llamada Crisis de los Misiles. Se llegó a un acuerdo entre la Unión Americana y la Unión Soviética luego de que el presidente Kennedy ordenara un bloqueo a Cuba para que no llegaran barcos soviéticos con armas a la isla. Ese bloqueo duró sólo unos días.

El embargo comercial, absurdo e innecesario en la actualidad, implicó que empresas estadounidenses no pudieran invertir y comerciar directamente con Cuba, pero pueden hacerlo en forma indirecta como todos los demás países del mundo.

El problema es que la economía cubana es tan frágil, ha sido tan mal manejada durante seis décadas que simplemente no hay recursos ni incentivos para hacerlo. El presidente Barack Obama arriesgó mucho capital político para establecer un acuerdo con Cuba que en los hechos casi acabó con el embargo. La contrapartida era que el gobierno cubano abriera aunque fuera parcialmente el sistema y ampliara las libertades. No lo hizo. Llegó Trump y buena parte de los espacios abiertos por Obama se cerraron sin que el gobierno cubano hubiera hecho nada para ampliar libertades y fortalecer los lazos con Estados Unidos. Biden no caerá en la misma trampa.

La defensa de Venezuela y la visita de Nicolás Maduro a México es más vergonzosa aún. Maduro es un paria en el ámbito internacional. Respaldar al régimen de Maduro es inexcusable: Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y muchos países latinoamericanos como Uruguay, Paraguay, Colombia, Ecuador y Brasil, denuncian al Mandatario venezolano: está castigado por la comunidad internacional por sus constantes violaciones a los Derechos Humanos, por la evidente falta de democracia, por su participación en el narcotráfico internacional. Un paria internacional sólo comparable con el nicaragüense Daniel Ortega.

Ya no estamos en los años 70, el tercermundismo ya no existe, tampoco la guerra fría. Lo que ahora tenemos es una confrontación geopolítica basada en la economía y el comercio donde los dos jugadores principales son Estados Unidos y China.

Es una verdad de Perogrullo, pero nuestra economía depende en más de un 80 por ciento de la relación con Estados Unidos, allí estamos integrados de todas las formas posibles y con ellos tenemos más de 3 mil kilómetros de frontera y millones de paisanos trabajando, viviendo y enviando, hay que insistir en ello, 40 mil millones de dólares al año en remesas.

Con América Latina nos unen muchas cosas, pero también nos dividen luchas geopolíticas con Brasil, que generalmente en América del Sur hemos perdido (y cuando se vaya el impresentable de Jair Bolsonaro las volveremos a perder), pero estamos a años luz de tener algo siquiera parecido a una Unión Europea, una alianza como la que ya tenemos en el ámbito económico, político, social y de seguridad, en América del Norte. A ese bloque pertenecemos y ese bloque existe desde hace 25 años, desde que acabaron, precisamente, el mundo bipolar y la guerra fría. ¿Tan difícil es entenderlo en Palacio Nacional?