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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

Desde la SEP


Martes 23 de Noviembre de 2021 8:43 am


MÉXICO se adentró en el nuevo milenio, inmerso en una crisis estructural de la sociedad capitalista en su conjunto. Su carácter dependiente, respecto a la economía industrializada por excelencia, motivó que los diferentes rubros de la producción se vieran severamente afectados y se tradujeron en un incremento de la centralización del capital.

A la par, los servicios que brindaron las administraciones públicas de los tres niveles de gobierno mostraron la misma sintonía: cada vez con menor gasto público que pudiera significar una mejoría en las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los mexicanos.

La prolongada crisis de este modelo económico obsoleto, que se remonta al sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, tuvo también su expresión en el rubro de la educación, pero es particularmente a finales de los años 80 y principios de los 90, en el periodo del usurpador del 88, en que se dio impulso a modelos educativos de carácter neoliberal.

A partir de la Conferencia Mundial sobre Educación, suscitada en Tailandia en 1989, por parte del Banco Mundial, éste recomendó a sus países deudores, entre ellos el nuestro, la obligada necesidad de adecuar los sistemas educativos a los requerimientos de la planta productiva gerencial.

En nuestro caso, baste ilustrarnos con un extracto del documento titulado “Perfiles de Desempeño”, que servía de fundamento teórico al Nuevo Modelo Educativo impuesto por el salinismo, en el que se lee una parte de su discurso pronunciado en la Universidad de Yale, en mayo de 1991: “Reformar el Estado, para conducir ordenadamente nuestra propia transformación interna y para adecuar las instituciones y las prácticas políticas a los nuevos requerimientos de la sociedad civil”. “¿Qué es la modernización?, mejorar la infraestructura, los métodos y contenidos, vincular el Sistema Educativo a su interior y con el aparato productivo”.

La modernidad trajo consigo sus fenómenos característicos: impulsó a la iniciativa privada y el sometimiento de la mayoría de la población mexicana a la sobreexplotación; la venta de empresas paraestatales y desmantelamiento del aparato de Estado; permanentes topes salariales; constante deslizamiento del peso mexicano que significa devaluación; pérdida de derechos laborales sustanciales; golpeo sistemático al sindicalismo en general; leyes y decretos para privilegiar las ganancias de empresarios y banqueros a través de instituir Afores, que resultan una saludable inyección de recursos financieros para la banca privada; pero sobre todo el impulso a la escuela privada por sobre la escuela pública, entre otras cosas.

Responder a las necesidades de la planta productiva quiere decir crear mano de obra tecnificada, barata, al servicio del capital. Mano de obra calificada que al incorporarse a la planta productiva traiga como consecuencia el aumento en la productividad del trabajo, lo cual es esencialmente empresarial. Así fue hasta 2018, en que las sucesivas reformas educativas que pretendieron resolver la crisis de la educación, no atendieron la verdadera causa estructural.

Desde el sexenio foxista, la educación llevó una marcada vocación gerencial. La escuela sufrió la conversión de ser una institución social de carácter formativo del sujeto educativo, a ser una pequeña empresa sujeta a criterios de rentabilidad, y sabemos perfectamente cómo lo demuestra la realidad social, que en el marco de la libre competencia, de la libre empresa y de la anarquía de la producción, las únicas empresas exitosas son las de fuerte solidez económica.

Ahora, la nueva escuela mexicana propone nuevos rumbos educativos que trascienden a desarrollar y fortalecer el Sistema Educativo Nacional, sobre bases completamente distintas a la escuela neoliberal. En su impulso hay reticencias, hay lastres que tienen su origen en una apreciación conservadora de la educación, pero que definitivamente serán superadas.