La informalidad promueve ingresos bajos y pobreza
EDUARDO RUIZ-HEALY
Martes 23 de Noviembre de 2021 8:41 am
ENTRE los grandes problemas del país están el desempleo
y la informalidad laboral. Muchos tienden a olvidarlo porque cada trimestre la
mayoría de los medios de comunicación se limitan a difundir la tasa de desocupación
que obtiene el Inegi por medio de su Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo,
Nueva Edición (ENOEN). Por ejemplo, es muy probable que en esos medios hoy se
reporte que de acuerdo con el ENOEN difundido ayer, “para el trimestre
julio-septiembre de 2021, la población desocupada se situó en 2.5 millones de
personas y la tasa de desocupación correspondiente fue de 4.2 por ciento de la
PEA (Población Económicamente Activa), tasa menor que la de 5.2 por ciento obtenida
en igual periodo de un año antes”. Y hasta ahí quedará la información y mucha
gente dirá que el país va bien porque sólo el 4.2 por ciento de la PEA no tiene
trabajo. Pero no olvidemos que no es lo mismo la tasa de
desocupación que la tasa de desempleo. La primera nos dice qué porcentaje de la
PEA no tiene trabajo, sea dentro o fuera de la economía formal; la segunda
incluye sólo a los que no tienen un empleo dentro de la economía formal. Porque
no es lo mismo estar ocupado que estar empleado. De acuerdo con la ENOEN del tercer trimestre del año en
curso, 56.3 por ciento de la población ocupada laboraba en el sector informal,
es decir, sin prestación alguna como pueden ser el IMSS o el Infonavit. Si de
por sí es grave que poco más de 56 de cada 100 trabajadores estén en la
informalidad, más grave aún es que en varios estados de la República sean aún
más trabajadores. La informalidad es superior al promedio de 56.3 por
ciento en 14 estados (el porcentaje entre paréntesis): Oaxaca (80.7); Guerrero
(78.2); Chiapas (78.0); Hidalgo (73.4); Tlaxcala (71.8); Veracruz (71.5);
Puebla (71.4); Morelos (67.2); Michoacán (64.3); Campeche (62.6); Tabasco
(62.4); Zacatecas (62.0); Yucatán (61.0); y Nayarit (60.8). La situación es menos grave, pero no por eso deja de ser
muy preocupante en el resto de los estados del país, que en ningún caso
registran tasas de informalidad inferiores al 36.0 por ciento. Así están en
orden descendente: San Luis Potosí (57.5); Estado de México (57.0); Guanajuato
(56.6); Durango (51.9); CDMX (49.3); Colima (49.3); Sinaloa (48.2); Jalisco (47.0);
Quintana Roo (46.5); Tamaulipas (45.9); Querétaro (43.8); Sonora (41.1); Aguascalientes
(40.8); Baja California (37.7); Chihuahua (37.4); Nuevo León (37.1); Baja California
Sur (36.7); y Coahuila (36.0). Diversos estudiosos de la
materia, entre ellos Rafael La Porta y Andrei Shleifer (Informality and
Development, Journal of Economic Perspectives, 2014), sostienen que
“la
informalidad condena a muchos trabajadores a ingresos bajos y
precarios con mínima seguridad social, evita que los pobres tengan acceso a los
préstamos e instrumentos de ahorro que tanto necesitan, y
disminuye la prosperidad general de la sociedad al proliferar la ineficiencia económica”. Yo añadiría que la informalidad también evita que los
trabajadores tengan acceso a mayores niveles educativos que les permitan obtener
los empleos mejor pagados que ofrece el mercado laboral. Al no existir en
muchos lugares del país el personal calificado que las empresas requieren,
éstas no invierten y la informalidad y la pobreza se perpetúan. Twitter:
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