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Las distancias



CARLOS MALDONADO VILLAVERDE


Viernes 26 de Noviembre de 2021 8:53 am


EN la Ética Eudemia, así como en la Ética a Nicómaco, Aristóteles hace referencia a la amistad, analizando ese lazo que se crea con o sin propósito definido, por interés o carente de éste, por el placer o sin que éste exista, pero subrayando que la amistad fundada en la virtud es la amistad de los mejores. El griego es muy claro, en la amistad “se da un afecto recíproco y no desconocido; es recíproco porque se desean el bien los unos a los otros; los que se quieren por interés lo hacen en la medida en que pueden obtener provecho los unos de los otros; estas amistades se conforman por accidente, porque se es amado no por lo que es, sino por lo que procura; por eso estas amistades son fáciles de disolver”.

La amistad del placer o de la utilidad puede desaparecer con el tiempo, cuando el placer o la utilidad no subsisten. Estos dos tipos de amistad consideran al amigo como un medio y, por lo tanto, es susceptible de perder el placer o perder la utilidad y con ello el propósito de la amistad.

Finalmente, solamente quedan los amigos, cuya amistad es un valor por sí misma. Este tipo de amistad es la única que resiste la distancia y el tiempo; aquella que se mantiene viva a pesar del aislamiento provocado por la pandemia y del tiempo transcurrido. En mi infancia y mi juventud, mi vida fue prácticamente nómada, pues el trabajo de mi padre nos llevaba a cambiar de residencia cada 3 ó 4 años, pero en el camino se fueron sembrando las semillas de amistades que germinaron y permanecen a pesar del tiempo y la distancia e inclusive de décadas sin vernos y que se reviven apenas nos encontramos de nueva cuenta.

Este fin de semana me reuniré con un grupo de amigos que han sido parte fundamental de mi vida a pesar de que hace más de 40 años que dejé Guadalajara para venir a hacer raíces en Colima. Este mismo año, tuvimos oportunidad de reunirnos en el restaurante Mexia (de Nico Mejía), en Guadalajara, pero ahora lo haremos en Colima. Lo platico, porque pensando en esas amistades, pensé en cuántas más he logrado atesorar en Colima y en otros lugares de nuestra patria… Pero también pensé con tristeza en todas las amistades que supuse auténticas, indestructibles y que terminaron por retirarse porque eran amistades que buscaban la proximidad por cualquier tipo de interés y quizás veían en mi persona algún valor, pero no fueron amistades cimentadas en la virtud, donde lo mejor que me pudo pasar, quizás, fue perderlas de vista.

Desde luego, veo algunas constantes: personas con quienes fui compañero de trabajo y, una vez roto este vínculo, desaparecieron. Compañeros de luchas políticas que se “hicieron humo” cuando vieron que mi interés no era estar en la fila de los aspirantes a un puesto en el gobierno o cuando nuestro candidato perdió la contienda. Socios de negocios con quienes convivíamos a diario y que, terminada la sociedad, si te vi, ni te conozco… y no porque hubiera concluido en malos términos la sociedad, sino a pesar de ser exitosa, porque había sido una amistad de utilidad.

En fin, los amigos se van tamizando y quedan los que sí lo son: aquellos que están contigo en las buenas y en las malas, pero sobre todo en las malas; los que te buscan sin propósito y se toman una cerveza a tu salud cuando se reúnen con los demás amigos; los que te hablan de sus hijos y te escuchan pacientemente repetir los éxitos y las virtudes de los tuyos; los amigos que te celebran el chiste que ya les has contado cien veces, pero que –además– te lo dicen y se vuelven a reír; los pocos amigos que sobreviven a pesar de tus errores, tus olvidos y tus terquedades.

De los amigos perdidos no guardo rencores, ni siquiera me pueden ser indiferentes. Solamente espero que cultiven otras amistades, esas sí auténticas y virtuosas, y que consigan así llegar al estado de paz que se consigue cuando valoras a los demás tanto como a ti mismo.