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La depresión es ira congelada



RUTH HOLTZ*


Sábado 27 de Noviembre de 2021 7:20 am


LA depresión es un término psiquiátrico para nombrar una enfermedad mental que con el tiempo se ha vuelto de uso coloquial, es decir, mucha gente dice de sí misma: “es que tengo depresión”, “estoy deprimido/a”, sin saber realmente las connotaciones médicas y psicoterapéuticas de dicho término. Es frecuente confundir triste, nostálgico, melancólico, desanimado, decepcionado, frustrado, negativo, con depresivo, y no son sinónimos. Además de la psiquiatría pasó a otras disciplinas de la psicología y de la psicoterapia, volviéndose un término que tiene una definición particular, dependiendo de qué psicoterapia se habla.

La psicoterapia que ofrezco, entre uno de sus enfoques, la terapia psicocorporal, se considera que “la depresión es ira congelada”. Es importante saber que desde esta perspectiva toda emoción no expresada puede producir estrés y el cuerpo tiene que hacerse cargo de esa tensión y de esa manera se congela, en los músculos, en el corazón, en la inhibición de ciertas reacciones y movimientos. Cuando nos enojamos con alguien muy probablemente es alguien que nos importa, pues por eso nos afecta lo que haga o deje de hacer. Podemos prohibirnos expresar abiertamente nuestra rabia si ello significa dañar a la persona hacia la que tenemos afecto. En vez de ello, nos guardamos esa ira, nos volvemos duros, como quien no siente nada y entonces podemos “no explotar” y aparentar desinterés.

Si además expresar nuestro enojo no arregla las cosas, si no hay manera de cambiar algo, puede combinarse con sentimientos de frustración, de decepción y de impotencia. Entonces podemos, además de congelar la ira, generar una tristeza, fruto de esas expectativas traicionadas y entonces producir una reacción de castigo a uno mismo, por no lograr lo que se quería, por no reconocer el engaño o la traición, por ser crédulo o por sentirnos mal de enojarnos hacia quienes debíamos sentir amor, entonces puede surgir sentimientos de culpa. Todo este cuadro puede generar una depresión, que será más grave conforme los sentimientos sean más intensos y la impotencia más grande. Es “como si ya nada valiera la pena hacer”, es darse por vencido, es dejar de creer.

En las sesiones de terapia psicocorporal practicamos una técnica llamada bioenergética que permite liberar las emociones reprimidas, aflojar la coraza o armadura que formamos con nuestros músculos, con nuestra química corporal y con nuestros pensamientos que nos han impedido sentir. Aflojar esta armadura hace fluir especialmente la ira, la rabia, el coraje hasta deshacer ese congelamiento en etapas. De la ira al llanto, del enojo a la decepción y a la impotencia, y de allí a la tristeza honda o incluso el desamparo. Finalmente la ira que impedía abrir el corazón al amor se libera. La frialdad se va, pero entonces surge la melancolía con un recuento de las decepciones o de las expectativas traicionadas.

Si quien consulta se decide a desahogar lo que siente en ese espacio especialmente adecuado que es el consultorio, entonces puede dejar de huir de lo que siente, compartirlo con la persona del psicoterapeuta, que le ayuda a pensar, asimilar, digerir y comprender, para luego tomar decisiones más adecuadas que permitan cambiar la situación o resignarse si nada se puede hacer. Se trata de que la persona recobre la expresión fluida y espontánea de sus emociones, que entonces éstas ya no son peligrosas, y que aprenda a regular manejando su carácter, pero sin permitir que los sentimientos se congelen, las situaciones no se resuelvan, dejando de huir y de generar sentimientos de ira, impotencia y tristeza.

Si la depresión ya es un trastorno mental que es imposible de dominar, es necesario considerarla una enfermedad para la que no basta la psicoterapia, sino un tratamiento combinado con un psiquiatra para poder ser “controlada” con medicamentos. Pero esos diagnósticos se reservan a los profesionales de la psicoterapia y de la psiquiatría.

 

*Psicoterapeuta

 

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