Indicador político
CARLOS RAMÍREZ
Reconstrucción débil del bloque norteamericano
Domingo 28 de Noviembre de 2021 7:57 am
El continente americano podría estarse acercando a un
agotamiento definitivo del viejo modelo hegemónico de Estados Unidos y su
doctrina Monroe (1824) de “América para los americanos” que definió los muros
de agua para contener los expansionismos soviético, chino y árabe. Los primeros indicios revelan un distanciamiento de la
Casa Blanca del viejo paternalismo de seguridad nacional que lo llevaba a
obligar a la configuración de gobiernos regionales funcionales a los intereses
capitalistas de Washington. La prioridad del presidente Joseph Biden se centra
en la transformación del modelo de mercado norteamericano a un bloque de poder
económico, político y sobre todo de seguridad nacional. El viejo pensamiento geopolítico de dominación ideológica
que alimentó la guerra fría en el periodo 1946 con la firma del acta de
seguridad nacional al desplome de la Unión Soviética como imperio de geopoder
en 1989-1991, reconfiguró el marco ideológico y geopolítico por las certezas
del fin histórico del comunismo planetario y dejó algunos temas de coyuntura –cambio
climático, terrorismo y petróleo, entre otros– que no han podido ocupar el
espacio de definición de la estrategia de seguridad nacional dominante. Estados Unidos se movió en el modelo de la guerra del
Peloponeso, cuyo estudio sistematizado por Tucídides se convirtió el libro de
cabecera de la comunidad de inteligencia y seguridad nacional civil y militar
de la Casa Blanca: evitar la configuración de otros países como
poderes-potencia competitivos con la hegemonía americana y crear las
condiciones de guerra nuclear como costo de oposición entre naciones
dominantes. El modelo de la doctrina Estrada se aplicó para impedir
experimentos ideológicos y de sistemas de producción, aunque en la realidad
Estados Unidos no invirtió recursos para construir en el continente americano
un sistema de producción capitalista desarrollado equidistante con el propio.
La dominación de Washington fue militar, de mercado de consumo,
contrainsurgente y anticomunista. La expansión territorial estadounidense terminó en el
siglo XIX y el siglo XX definió países rémora del potencial económico
capitalista. La caída pos-soviética de Cuba, el fracaso del bolivarismo venezolano
y la dependencia económica de América Latina de la economía estadounidense
aumentaron el costo de filiación estadounidense de los países americanos. En los hechos de corto plazo, ninguna potencia en
competencia con Estados Unidos puede hacerse cargo del destino histórico de una
treintena de países iberoamericanos y caribeños. Rusia apenas puede con los
resabios de la Unión Soviética. Y China se ha negado a definir una geopolítica
que pueda derrocar gobiernos y patrocinar dependencias costosas. En la
realidad, China y Rusia no representan un modelo de competencia económica,
productiva, tecnológica, nuclear, militar y geopolítica para los Estados
Unidos, La novena reunión del Tratado de Comercio Libre la semana
pasada arregló menos los problemas de mercado y se dedicó a configurar una
nueva relación geopolítica con el fortalecimiento productivo de México y la
apatía de Canadá. Firmado en 1994, el Tratado cumplió con el objetivo
geopolítico de Estados Unidos en las presidencias de George Bush Sr. y Bill
Clinton: subordinar la política exterior de México a los intereses de
dominación estadounidense. Los presidentes George Bush Jr., Barack Obama y
Donald Trump se desentendieron de México y de la región iberoamericana y
caribeña. La geopolítica de los conflictos en el continente
americano se desvió del modelo de seguridad nacional de la guerra fría
y se complicó con
los temas prioritarios de crimen organizado transnacional, migración estimulada
por la pobreza y la violencia y falta de decisiones para construir un mercado
productivo continental. La crisis migratoria de 2019 a la fecha aparece como el
primer problema de seguridad nacional de Estados Unidos, sobre todo por los
indicios de que está más estimulada por cárteles criminales y
traficantes de personas que por la necesidad real de huir de las crisis en los
países del río Bravo a la Patagonia. Sin edad necesaria ni cohesión interna, el presidente
Biden ha enfocado la poca energía que le queda y el menguado liderazgo
doméstico para construir un bloque norteamericano viable solo con Canadá y
México, pero con la grave carencia de una interpretación realista del colapso
económico, social y político de los países de Centroamérica, Sudamérica y el
Caribe. La nueva agenda de Estados Unidos posterior a la guerra fría la redefinido Biden en
temas concretos que no alcanza a construir un liderazgo autoritario en la
región: cambio climático, crimen organizado, pobreza, violencia delictiva,
narcotráfico y la democracia como el defecto centralizador y dinámico del
liderazgo de la Casa Blanca. El principal problema de la prioridad de seguridad
nacional continental de Biden se encuentra en la fractura social, política,
racial, ideológica y de violencia hacia el interior de Estados Unidos y el
acotamiento del modelo de bienestar que durante decenios construyó un verdadero
consenso nacional mayoritario. La principal amenaza de Biden radica en el
desplome de su aprobación debajo de la línea de flotación de 50 por ciento y
los indicios del fortalecimiento político de una ultraderecha racial que está
potenciando el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Si EUA, Rusia, China e Irán carecen de fuerza para
reconstruir el modelo unipolar estadounidense, entonces el mundo verá una
agitación en la construcción de zonas de influencia parciales que no
garantizarán la estabilidad que ofreció la guerra fría. indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh