Los peligros de la autoconmiseración

RUTH HOLTZ*
Sábado 11 de Diciembre de 2021 10:35 am
TODOS sentimos pena porque las circunstancias no se dan como esperamos.
Pueden darse adversidades, injusticias o situaciones en las que no obtenemos lo
que queremos. Pero cuando una persona “se duele” demasiado de lo que le ha
ocurrido, puede ver frenada su vida y puede provocar que más infortunios le
sucedan. Puede poner de pretexto lo que padeció en un pasado remoto para no
tomar las riendas de su vida hoy, y esperar condolencias y consideraciones
especiales dado que “ha sufrido tanto”. Este tipo de lástima puede inmovilizar
y llevar a una vida de complacencia, de sobreprotección y de esterilidad. Cuando una persona se
autoconmisera puede generar sentimientos de minusvalía, de baja autoestima.
Pero también puede estar ocultamente enojada con las personas que le
infringieron el daño, que supone origen de todos sus males, y puede estar
queriendo vengarse secretamente, aun cuando eso signifique mostrar una vida de
fracasos, de desorientación y de falta de rumbo sólo para culpar a quien la
lastimó. La inclinación a
autocompadecerse viene acompañada de actitudes desfavorables como el pesimismo,
la mente negativa y fatalista, así como la tendencia a culpar a los demás de lo
que nos sale mal, de lo que nos pasa. Es una tendencia a enfocar a los demás
como el origen de lo que nos ha sucedido, cediendo el poder y el control de nuestras
vidas sólo para demostrar que somos sus víctimas. “Por tu culpa no pude
estudiar”, “si no te hubieras divorciado de mi papá estaríamos mejor”, “como
abusaron de mí, ahora todos lo hacen”, “como fui un hijo golpeado por eso yo
golpeo”, “es que vengo de una familia de alcohólicos”, etcétera. Aquellos que somos
adictos a la autoconmiseración podemos dejar de creer en las bendiciones de la
vida y reclamar a la vida resarcirnos de los daños recibidos a como dé lugar.
El peligro será entonces enfocar todos nuestros esfuerzos a que nos devuelvan
lo que nos robaron: la alegría, la inocencia, el amor, el bienestar, la bondad,
la protección… y esto puede consumir todo nuestro tiempo y hacer que todo gire
en torno de la “gran tragedia” de nuestra vida, dejando irónicamente que este
pase sin vivirla libremente. Y entonces la “mala fortuna” fue por culpa de
alguien. Personas así pueden estar sumidas en la depresión por años o pueden
ser las que hagan imposible la vida de otros con sus eternas quejas y el recuento
de sus penas. Quien se presenta como
víctima en esta vida también suele “volverse protagonista”. Llama la atención
con su infortunio, “controla” a los otros a través de su constante
autoconmiseración haciendo parecer que lo que sucedió fue por ella o para
perjudicarla. Puede considerarse la que padece siempre las tragedias, sin
percatarse que también otros sufren, otros la pasan, a lo mejor, más mal que
ella. Irónicamente hay quienes se mantienen sufriendo cuando en términos reales
su vida es razonablemente buena. Presentan un comportamiento narcisista,
egoísta, centrado exageradamente en sí misma. La autoconmiseración
puede ser una adicción. Nos inclina a emociones que generan cierta química en
nuestro cuerpo de la que podemos llegar a ser dependientes. También puede darse
una serie de ganancias secundarias como la de “excusarnos de ciertas
responsabilidades” porque “hemos sufrido tanto” que evitan presionarnos. Puede
ser pretexto para mantenernos en nuestra zona de confort, “consolándonos” y
siendo complacientes con nosotros mismos. Pero el día que te comprometas, te
disciplines y hagas lo que debes saliendo de tu zona de confort será cuando
conservarás las bendiciones que sí has recibido, y harás madurar las que has
sembrado. Sin compromiso, disciplina y sacrificio no hay cosecha. Es labor fundamental en
la psicoterapia ayudarte a por fin dejar la autoconmiseración, sanar, dejar el
pasado atrás, reconociendo que cada quien es también cómplice de lo que le
sucede, de lo que permite que suceda y de la actitud ante lo acontecido. Por
eso inicia tu tratamiento. *Psicoterapeuta 312 330 72 54 / 312 154 19 40
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