Las Sibilas

JULIO CÉSAR ZAMORA VELASCO
Sábado 18 de Diciembre de 2021 8:37 am
ESCRIBIR o hablar de la Capilla
Sixtina nos remite de inmediato al arte, en particular a la pintura, y más en
específico a los frescos que pintó Miguel Ángel en la bóveda de este complejo
arquitectónico, donde se realiza el cónclave papal. La primera imagen que nos
viene quizá, la más popular y difundida, La creación de Adán, pero casi
nadie visualiza la figura de las Sibilas, esas mujeres que aparecen entre cada
profeta. Mucha gente tendrá una idea general de las adivinas,
de las pitonisas, de las sacerdotisas y hasta de las hechiceras, pero tal vez
poco se sabe acerca de las Sibilas. Si bien cada término tiene su origen,
historia y etimología, hay una relación muy estrecha por el significado entre
estas mujeres que, entre sus cualidades, está la de predecir el futuro. La diferencia estriba en que las Sibilas eran
profetisas de la antigüedad, personajes reconocidos en la mitología griega y
romana, por tanto, producto de las leyendas o culturas paganas, y como tal, hay
varias versiones de su origen, pero todas encaminadas a las divinidades
mitológicas, empezando por Zeus. Lo extraño de ello es el vínculo posterior con
las tradiciones religiosas, en este caso (Capilla Sixtina), con la católica o
cristiana. Estas mujeres profetas han sido descritas como
solitarias, longevas y misteriosas, inspiradas a través de sus oráculos por el
dios Apolo, confiables para predecir y descifrar el futuro, a través de
hexámetros (versos griegos) y en estado de trance, consultadas por aldeanos y hasta
guerreros o reyes. Una de ellas, de acuerdo a los historiadores, Eritrea,
anunció la Guerra de Troya. Más allá de este tipo de acontecimientos bélicos, las
Sibilas también predijeron el advenimiento de la era cristiana. De ahí el lugar
preponderante que se les dio en la bóveda de la Capilla Sixtina, originalmente
llamada Capilla Magna, pero a raíz de que el papa Sixto IV (pontificado de 1471
a 1484) planea y ordena la restauración de este espacio, se le llamó Sixtina.
Es en este periodo en que un grupo de pintores renacentistas, entre ellos
Sandro Botticelli y Pietro Perugino, realizan dos series de paneles al fresco
sobre la vida de Moisés (a la izquierda del altar) y la de Jesucristo (a la
derecha del altar). Mas no fue este pontífice quien hizo el encargo a
Miguel Ángel para decorar el techo de este recinto integrado al Palacio del
Vaticano, sino el papa Julio II (pontificado de 1503 a 1513), que originalmente
pidió al artista italiano que pintara a los apóstoles, sin incluir a las
Sibilas, pero éste exigió al pontífice tener carta blanca para crear un diseño
propio, logrando así entre 1508 y 1512 pintar en la parte central de la bóveda
las escenas del Génesis (donde se incluye la famosa Creación de Adán) y
en las pechinas (elemento estructural que resuelve el encuentro entre la base
circular de una cúpula y un espacio inferior de planta cuadrada) a los profetas
y las Sibilas, una aportación y convencimiento de Miguel Ángel a Julio II. Entonces, de acuerdo al conocimiento que el
renacentista tenía de estas mujeres adivinas, pintó a cinco: Cuma, Persea,
Eritrea, Délfica y Líbica. Ellas están sentadas y en ambos costados hay dos
pequeñas figuras desnudas, pero la característica sobresaliente en cada una es
que están consultando libros o pergaminos. Físicamente, las cinco tienen brazos
más semejantes a los de un hombre que a los de una mujer, pero quizá esa fue la
intención de Miguel Ángel, resaltar que no eran seres comunes, sino fuertes y
poderosas. Hay estudiosos que han señalado este aspecto más como una técnica
muy marcada del artista, por su tendencia a la escultura y que él mismo se
asumía escultor, más que pintor. Los motivos por los cuales aceptó este encargo del
papa Julio II y por qué el pontífice aprobó la propuesta final del renacentista
sobre la bóveda, incluidas las Sibilas, tiene otra historia, pero fue en este
periodo, el Renacimiento, donde se convirtieron en iconografía del arte
religioso, pasando de la tradición pagana, toda vez que las profetas surgen
como un mito de la antigüedad, a la cultura cristiana, reconocidas por los
Padres de la Iglesia tras anunciar la llegada del Mesías. Ya se les había
representado desde la Edad Media, pero el auge lo tuvieron en el Renacimiento.
Además de Miguel Ángel, Rafael, Pietro Perugino, Filippino Lippi y Domenico
Ghirlandaio fueron los pintores de la época que resaltaron a las Sibilas en
diferentes capillas, incluso antes que el propio florentino. Actualmente han sido reconocidas hasta doce Sibilas,
todas nombradas por el lugar donde moraban, pero las pintadas por Miguel Ángel
sólo fueron cinco, tal vez las más representativas de la cultura grecorromana:
1) Cuma, a la que se le considera la más importante de las Sibilas y a la que
Apolo concedió el deseo de vivir muchos años, según la leyenda, tuvo nueve vidas,
pero se le olvidó pedir la eterna juventud, por lo que su fisonomía
regularmente se muestra como el de una mujer anciana. 2) La Sibila Délfica: destaca por su expresión,
sosteniendo un rollo y dirigiendo la mirada en dirección opuesta a la rotación
de su cuerpo, como si algo la hubiera distraído, tal vez una visión, sus ojos y
la boca lo denotan. Además, es entre todas la más femenina y bella. 3) La
Sibila Eritrea: se dice que ella fue la que predijo la guerra de Troya y que
Homero haría un poema sobre esta batalla. En el fresco de Miguel Ángel
sobresale por ser la que tiene el semblante y la postura más calmada, incluso
de pierna cruzada.
4) La Sibila Pérsica: la leyenda
señala que también era nombrada Sibila babilónica, pues fue quien acompañó a Alejandro
Magno (desde el año 334 a.c.) en sus conquistas de Asia. 5) La Sibila Líbica:
Pausanias, el historiador y geógrafo griego la describe “de nacimiento mitad
mortal, mitad divina; hija de una ninfa inmortal y su padre un comedor de
grano”. El florentino la representa con un movimiento rotativo del torso, como
si recogiera o dejara detrás de ella el libro de profecías. Y al igual que la
Délfica, tiene una apariencia más joven.