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Violencia digital en adolescentes



ROSA EVELIA VILLARRUEL FIGUEROA


Viernes 14 de Enero de 2022 9:04 am


LAS recientemente aprobadas reformas para denunciar y castigar la violencia digital, en primer lugar están poco difundidas, claras y dirigidas de manera que todo mundo las comprenda y sean una herramienta más para repeler una de tantas violencias ya existentes. Una de ellas es la Ley Olimpia, que consiste en una iniciativa en reformas legislativas del Código Penal y la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en las que van a incluir a la Violencia Digital como un delito.

En segundo lugar, dado la creencia de que solamente a los jóvenes les puede afectar, pues son los más involucrados en el manejo de las redes sociales, ni estos ni los adultos, muestran un gran interés por su comprensión y por consecuencia, puesta en práctica.

Derivado de lo anterior, tampoco las autoridades le dan la importancia debida, de por si la cultura de la denuncia todavía es un paso que no nos atrevemos a dar de manera puntual y oportuna, ésta, concretamente sobre la violencia digital, está cayendo en la misma inercia que las demás. La falta de denuncia está íntimamente ligada a la parsimonia que muestran las autoridades correspondientes, en dar seguimiento y soluciones a ellas.

Actitudes ancestrales como la falta de credibilidad a quien denuncia una violencia, desde el seno familiar hasta las autoridades, es otro factor importante que impide que quienes se enfrentan a este tipo de acontecimientos, bajen la guardia y lo dejen pasar; la doble o triple criminalización a la que se enfrentan minimiza el efecto original de la agresión; pero los efectos a nivel psicológico pueden trastocar a posteriori comportamientos y estados que pegan directamente en la estima y seguridad de las personas.

¿Por qué hablar de las y los adolescentes? Aun con todas las habilidades, que tal parece nacieron con ellas del manejo de los aparatos electrónicos de comunicación masiva, en circunstancias de agresiones digitales esas habilidades pierden toda dimensión, son sorpresivas y no saben qué hacer, por lo que el silencio se instala y vuelve a ser el cómplice ideal de esta y todas las violencias ampliamente conocidas.

Según el Módulo de Ciberacoso (MOCIBA), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2015 reportó que en México el 21 por ciento (16.1 millones) de personas usuarias de internet mayores de 12 años han pasado por ciberacoso en los últimos 12 meses.

Si segmentamos por sexo, tenemos que en el caso de las mujeres el porcentaje sube a 22.5 por ciento (9 millones). Cifras alarmantes tomando en cuenta que las violencias no distinguen y permean a ambos géneros.

Un punto sensible en esta maraña de la credibilidad o no, cuando un/una adolescente se abre hacia los adultos de la casa sobre la detección de un agresión digital, es el juzgamiento inmediato que inunda el escenario, cargado de responsabilidad personal, en el ideario de que si saben manejar con excelencia un aparato, igual pueden lidiar con una violencia digital. No es así. Cuando un menor de la familia se acerca a un adulto, es porque algo de lo que está percibiendo en sus comunicaciones no le checa, no le es común y emocionalmente se da una reacción diferente.

¿Qué hacer? Generar un ambiente de confianza familiar, es primordial, seguido de allegarse de una información confiable respecto al tema, no sólo de ésta, sino de todas las violencias, y que pueda ser manejada por la familia entera. Evitar los consejos tradicionales desde una postura superior, sino involucrar a todos los integrantes para que, en conjunto, se encuentren las posibles reacciones a seguir, en la idea de promover la corresponsabilidad.

La escucha activa y la confianza seguidas del apoyo necesario, serán las herramientas que acompañaran a todas las medidas que se tengan que tomar. Aunque no estemos en una situación similar, nos vendría bien a todo mundo estar alerta. La violencia digital es un hecho y por desgracia los más vulnerables suelen ser los menores de los hogares.