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Yago: inquisidor y neoliberal



RAÚL PÉREZ OSORIO


Viernes 13 de Mayo de 2022 8:27 am


Entre los desórdenes del alma,

la envidia es el único inconfesable.

Plutarco


EL grecorromano Plutarco comparó a los griegos y romanos en distintas épocas históricas, criticando sus virtudes y defectos, de ahí su influencia en la cultura occidental y universal. La luz de la literatura constantemente ilumina el camino de distintas generaciones, descubriendo lo positivo y negativo, según el tema que tratemos.

William Shakespeare tuvo la facilidad de analizar el alma humana a través de personajes reales o ficticios, y Yago, quien forma parte de la obra literaria Otelo, es un ejemplo. Yago simboliza la intriga, la calumnia, la maldad, la perversión y la maledicencia sin límite alguno, todo porque la envidia que padecía lo destrozaba.

Él quería ocupar la atención y el reconocimiento del poderoso, y para lograrlo era capaz de urdir las más siniestras maldades. Además, se consideraba como un hombre inteligentísimo, porque creía que tenía esa capacidad de perversión; pero como en todas las tragedias de Shakespeare, el final fue eso, trágico.

La Santa Inquisición fue una visión torva por parte de la Iglesia, cometió barbaridades contra quienes no se apegaban a las reglas y dogmas que la religión imponía. Quienes enarbolaban la bandera inquisitorial podían cometer los crímenes atroces en cualquier lugar del mundo conocido de aquella época, acusando a sus víctimas de brujería, herejía y todo tipo de prejuicios religiosos.

El Yago inquisitorial asolaba a los seres humanos que no se alineaban a aquellas perversiones clericales, que como todos sabemos, las víctimas favoritas fueron hombres y mujeres brillantes y nobles que seguían las doctrinas de Jesús y la ciencia. Se oponían también al negocio y poder de los clérigos financieros. Se debilitó cuando apareció una nueva humanidad que se guiaba por la ciencia y el arte cuando apareció el Renacimiento, que se caracterizó por poner al hombre en el centro del humanismo, derribando los prejuicios sociales y religiosos que hicieron estragos en medievales épocas.

En la actualidad, se pasea en la mente de muchos mexicanos y mexicanas un yago neoliberal que tiene características muy visibles, que derrama un odio a todo aquello que no se apega a los cánones financieros, al consumismo y a la corrupción. Las figuras llamadas intelectuales de los gobiernos neoliberales fueron el baluarte y defensa de la corrupción que ellos mismos institucionalizaron.

Hoy, algunos medios de comunicación y grupos financieros, productos de la corrupción y la voracidad, son capaces de cometer más atrocidades que el Yago shakesperiano. Infames montajes televisivos contra sus adversarios, así como fortunas ominosas de periodistas productos de la corrupción, cada día van apareciendo, al igual que los nombres de los beneficiados de ese bodrio periodístico.

Los privilegiados por los gobiernos anteriores no hallan la puerta, el pueblo de México se las ha cerrado; nadie olvida que previo a la elección de 2018 hubo manifestaciones de odio por parte de personas que no soportan vivir en un mundo distinto, aunque sea negativo.

En 2018, una mujer que trabajaba en una aerolínea manifestó que le gustaría lanzar una bomba al Zócalo contra los seguidores de AMLO; un médico mexicano opinó cómo podía inyectar a AMLO para destruirlo –mismo que fue expulsado del grupo al que pertenecía–. Además, Francisco Martín Moreno, un “intelectual” del neoliberalismo, dijo: “Si se pudiera regresar a la época de la Inquisición, yo quemaba vivo a los morenistas en el Zócalo Capitalino, y quien vote por Morena el año que entra, será un traidor a la patria”. El que esto escribe se considera un sobreviviente de este inquisidor neoliberal.

Es lamentable que por intereses económicos y de corrupción tengamos que soportar a los yagos del neoliberalismo, pero como todos lo estamos comprobando, el pueblo de México va erradicando ese cáncer a través de la democracia y la civilidad. El próximo 5 de junio, en seis estados de la República Mexicana, a través del voto consciente, los ciudadanos dejarán menos espacio a quienes odian sin medida alguna y traicionan a la patria.

Finalmente, y tratando de pulverizar a través de la palabra los terribles defectos que ocultamos los seres humanos, les recomiendo esta frase de Honoré de Balzac: “La envidia se esconde en el fondo del corazón humano, como una víbora en su agujero”.