Cargando



Forex



ALEJANDRO BERNAL ASTORGA

Día del Maestro


Sábado 14 de Mayo de 2022 8:43 am


RECUERDO la experiencia del primer día de clases en el que la mezcla de emoción, temor y curiosidad se convirtió en seguridad y confianza, gracias a la maestra que me guió y a la que en más de una ocasión por una “confusión bien ganada”, le llegué a decir mamá.

Agradezco la sensatez de los maestros que con sus enseñanzas nos dan elementos para formar nuestro criterio, sin crear réplicas de sí mismos (con todos sus defectos y virtudes). La transmisión de un conocimiento sesgado y acorde a las creencias de quien enseña es una tentación que no debe imponerse a la razón; más cuando hablamos de niños, adolescentes y jóvenes para los que un maestro es un referente o modelo a seguir.

Aprecio a los maestros que fomentan la formación con un espíritu crítico y propositivo; que estimulan la creatividad y la disrupción; que se ocupan en formar el carácter, actitud y la aptitud de sus estudiantes para el desarrollo de competencias; que le apuestan a la educación con valores; que buscan vincular el conocimiento con la solución de problemas que aquejan a los más necesitados y le dan a la educación pertinencia social.

Admiro a los maestros que te compartían sus logros y fracasos, buscando que aprendieras de ambos; que al ser empáticos se distinguían por la calidad y la calidez en el trato y no hacían que “lo fácil, fuera difícil” o que lo “difícil fuera imposible”, rompiendo con la tradición de hacer pagar “tributo” a quien quería ostentar un grado.

Reconozco el esfuerzo y la vocación de quienes se empeñan en educar con el ejemplo; su legado vive y trasciende en todos sus estudiantes porque la coherencia entre sus actos y sus enseñanzas marca y es la mejor lección; es claro que aprendemos más de lo que vemos y no solo de lo que oímos.

Agradezco a todos mis maestros, hoy forman parte de mí, la exigencia de Bertha Zatarain; la dedicación de Pablo Ramírez Baltazar; el marcaje personal de Bernardina Verjan para que mi letra dejara de ser microscópica y mi ortografía tuviera nivel; el conocimiento, experiencia y la calidad para enseñar de Gloria de la Mora Chávez, además de los principios y valores de Felipe Hernández.

Asimismo, el impulso dado por Carmen Silvia González García, José Ernesto Rangel Delgado y José Manuel Orozco Plascencia al inicio y término de mis estudios profesionales; el acompañamiento dado por Ramón González García para la elaboración de mi tesis de licenciatura, así como la capacidad y ética profesional de Roberto Maldonado Gutiérrez.

En el trayecto, mi abuelo Alejandro Bernal Guzmán me compartió su amor por la lectura y la cultura universal; he tenido también el acompañamiento de quienes han sido mentores y formadores: Lorenzo Hernández Arreguín, Marcelino Bazán Tene y Ciria Margarita Salazar.

Mención especial merece el Obispo de la Diócesis de Tehuantepec, Crispín Ojeda Márquez, quien fue mi formador en el Seminario Mayor de Colima y despertó en mí el interés por escribir; gracias por los ejercicios, consejos y el tiempo dedicado para mejorar mi redacción.

Agradezco a mis padres por ser los mejores maestros al prepararme para afrontar la vida. A mi esposa y a mi hijo por enseñarme más de lo que yo les he podido dar.

Mi reconocimiento a los que ya no están y que ofrendaron sus vidas en pro de la educación; a los que arriesgaron o perdieron la vida durante la pandemia, sin rehuir a su deber. A los que a pesar de la falta de recursos, infraestructura o incluso un pago digno, se empeñan por formar a personas de bien. A los que como el ave fénix renacen y se reinventan ante los retos que presenta la educación hoy en día.

La educación hace magia cuando nos hace ser mejores personas y cambiamos positivamente nuestro entorno. Gracias a los que han hecho, hacen y harán magia para hacer de Colima y México, un mejor lugar para vivir.