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Maestros que transforman vidas



RUTH HOLTZ*


Sábado 14 de Mayo de 2022 8:39 am


HAY maestros que nos enseñan, que nos marcan, que nos forjan el carácter, que nos dan el ejemplo e influyen en nuestras decisiones, o que simplemente nos alimentan creencias que nos acompañarán por mucho tiempo.

Ser maestro es como ser un padre o una madre. Al ser una persona que nos instruye, adquiere un poder sobre nosotros. El discípulo, alumno, pupilo, seguidor, se somete a su autoridad para abrirse a aprender. Qué tanto estemos dispuestos a “conectar” con el conocimiento, tanto más nos transformará.

Hay profesores enseñando asignaturas que tienen alumnos que aprenden lo que conviene para cumplir con lo que propone el programa de dicha asignatura. Hay profesores que además son maestros, influyen en la vida de sus alumnos, enseñan cómo ser personas a través de la enseñanza de sus asignaturas. Hay alumnos que son discípulos, que no sólo aprenden asignaturas, sino que son quienes quieren ser guiados y aprender más allá de asignaturas y calificaciones. Aprenden de un maestro hasta más de lo que éste podría esperar. Hasta pueden aprender de la persona del maestro/a.

Enseñar y aprender tiene grados de profundidad y niveles de interés. Hay profesores que enseñan su materia sin más interés más que aprueben ciertos rubros. Hay maestros que en el camino del aprendizaje forjan el carácter de sus alumnos, impactan en sus emociones, conquistan su atención a través de llegar a su corazón. Uno puede aprender porque necesita capacitarse en ciertas materias o conseguir cierto nivel de estudios, otro puede aprender aun más, sobre cómo tratarse en grupo, cómo ser dócil, con apertura para asimilar los contenidos. Puede memorizarlos, hacerlos suyos, pensarlos, ser crítico de los contenidos y aportar. Pero hay alumnos que aman aprender porque no sólo quieren capacitarse, sino ser mejores personas, mejores compañeros, mejores alumnos, mejores hijos, mejores seres humanos. Estos aman aprender, por ello se vuelven sabios, aprenden a discernir sus conocimientos por el efecto que tiene en sí mismos y en los demás, por el aprecio que su saber le ha traído sobre las cosas, la naturaleza, él mismo, los otros, el cosmos.

En psicoterapia nos enfrentamos al dilema de que las personas que acuden aquejadas por un dolor emocional, por sufrimiento de años o por problemas de carácter, tengan a bien querer “aprender otra manera de ver las cosas”. Un psicoterapeuta es en cierta forma un maestro que intenta que su consultante tenga la flexibilidad de mente para ver otra perspectiva de algo, que quiera desarrollar habilidades que no tenía o en las que no ha madurado, por ejemplo, en reconocer cuando lo que le ocurre tiene una causa en su interior. Es necesario aprender a dejar que el dolor fluya y tomarlo como maestro para que nos muestre lo que está lastimado en nosotros. Y entonces poder decidir cómo sanarlo.

Ser maestro es difícil porque es necesario acoplarse a la mentalidad del alumno, y desde su realidad y su capacidad, mostrarle cosas nuevas que lo lleven a otro nivel de percepción de la realidad. Ser alumno es difícil porque es necesario abrirse a algo nuevo con confianza en quien nos enseña, cediendo nuestro poder para que, bajo la dirección del maestro, seamos llevados a soltar lo que considerábamos sólido y aprender lo que no sabíamos, lo que no controlábamos, lo que no anticipábamos y en lo que nos podemos sentir torpes, confiando que el adiestramiento nos volverá hábiles para manejar esos conocimientos para los objetivos esperados, y quizá otros inesperados.

En la vida hay profesores y alumnos, maestros y discípulos. La vida misma es en muchos casos una lección. La psicoterapia es una disciplina que nos permite a tomar el dolor en la vida como una oportunidad de crecimiento, que toda situación nos enseña algo para aprender sobre nosotros mismos y encontrar las respuestas que esperamos sobre la vida y nuestra existencia.

 

*Psicoterapeuta

 

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