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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

Normalismo


Martes 17 de Mayo de 2022 8:00 am


EL normalismo tiene sus páginas de oro en la historia de la educación en México, y no fue un elemento que la tecnocracia, en su tiempo, valoró para vislumbrar aportaciones hacia el acto pedagógico de nuestro país. Los remedos de reforma educativa, que se establecieron en tiempos neoliberales, no atienderon jamás las causas básicas de la problemática educativa.

Podemos acudir a Ignacio M. Altamirano o a Enrique Rébsamen para ilustrarnos con sus aportaciones para la formación de docentes, que constituyen un centenario normalismo cuyas bases sirvieron para establecer una visión de futuro y articular un sistema escolar formador de maestros.

Podemos acudir a la herencia pedagógica del educador veracruzano Carlos A. Carrillo. Su capacidad crítica a las escuelas normales que se construían en sus días y su visión de cómo las escuelas normales se podían convertir en un mal. Carrillo encarnó al maestro culto, políglota y traductor de textos. Profesor de la escuela primaria anexa de la Escuela Normal de México, levadura cultural de varias generaciones de profesores, y constructor de la nueva escuela en la génesis del normalismo, borrado de los planes de estudio reformados en la segunda mitad del siglo veinte.

Hay una etapa heroica del normalismo de los años veinte y treinta del siglo veinte, en el que las Escuelas Normales Rurales surgieron en contraposición al espíritu conservador del normalismo porfiriano y los objetivos formadores de las Escuelas Normales Rurales y las normales de finales del siglo XIX fueron totalmente distintos, ética y académicamente hablando. Las Escuelas Normales Rurales fueron producto de un proyecto académico y son la expresión de un pensamiento que pone en el centro a la justicia, a las demandas sociales y atienden uno de los derechos humanos elementales: el derecho del pueblo a la educación pública.

En tiempo de oscurantismo pedagógico tecnócrata que se extendió seis sexenios, se persistió en destruir una obra educativa para desmantelar a las instituciones educativas de la Revolución Mexicana, en la inconsciencia de los burócratas que pretendieron reformar el Sistema de Formación de Docentes, ignorando nuestro pasado inmediato, el pensamiento pedagógico de varios educadores y los aportes de una generación de hombres y mujeres a la educación pública.

En 36 años de tecnocracia se crearon escuelas normales en el país, atendiendo a cacicazgos regionales. Se dio, entonces, un desmantelamiento del normalismo como proyecto académico, y se ensayaron varias reformas burguesas, con cuyos resultados se concluyó en un edificio institucional en ruinas, desarticulados sus cuerpos académicos, negados en su propia tradición y minimizados frente a los avances científicos y tecnológicos de las universidades e instituciones de educación superior.

Lo que habitó en las escuelas normales del país es el autoritarismo de un liderazgo que corrompió los cimientos del sistema de formación docente, simuló los procesos académicos y despojó a los trabajadores y a los profesores de voz propia. Al normalismo lo despojaron hasta de su capacidad para decidir quién debiera ser su director.

Hay, indispensablemente, la necesidad de ponderar una actividad pedagógica tan importante que soslayó perniciosamente la oficialidad burguesa. La copia de clichés o modelos educativos ajenos a la génesis de la educación mexicana, no puede ofrecer resultados lógicos que incidan en la solución de las dificultades educativas que nos aquejan, sino que, por el contrario, mantiene la dominación.

Para un gobierno burgués, el normalismo no es la institución que forme mano de obra barata y calificada, y tienen razón. Los normalistas mantendremos, hasta nuestro último suspiro, la bandera de luchar por la defensa de la escuela pública y por una educación liberadora que configure una nación justa, igualitaria y democrática. Magister dixis...