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CARLOS MALDONADO VILLAVERDE

La guerra de baja intensidad


Viernes 20 de Mayo de 2022 7:37 am


LA política interna de cada país tiene sus propias normas derivadas de la estructura política, las leyes, la sociedad, la economía y la cultura de sus habitantes. La política internacional tiene otras reglas, otros protocolos y otras verdades. El líder de un país debe generar un discurso que sirva a ambas partes, el consumo interno y la discusión global de los problemas internacionales.

Hoy se libra una guerra de baja intensidad, cuyas espadas tienen dos filos y cuyo objetivo se divide en dos propósitos. Para consumo externo, el discurso de la inclusión panamericana que López Obrador esgrime es impecable, aunque -en el caso de Venezuela- podría Estados Unidos invitar a Juan Guaidó o a Leopoldo López como observador y quitarle los reflectores a Maduro. Con Cuba, los propios exiliados se encargarían de la mala publicidad para el “líder” isleño. De Nicaragua, ni hablar, la mala prensa la trae colgada de la valenciana. Pero excluirlos no hace sentido en una visión internacionalista del caso.

Para consumo interno, ¿le sirve de algo a López Obrador? A mi entender, crea un conflicto innecesario en un momento en el que su principal prioridad debería ser crear mayorías en torno a un proyecto de nación menos 4T y más integracionista. La consulta para la revocación de mandato fue un parámetro que no debe ignorar: 15 millones 159 mil trescientos veintitrés ciudadanos votaron por la continuidad de su mandato, de un universo de 92 millones 823 mil 216 electores. 

Desde esta perspectiva, el mejor proyecto de discurso de Obrador es olvidarse de sus países “hermanos” y trabajar en los temas fundamentales para la cumbre y que sí inciden en la prosperidad, el desarrollo y la felicidad de la región. Enunciaré algunos que el mismo López Obrador ha tratado al menos marginalmente:

El financiamiento o la inversión en los países centroamericanos para generar oportunidades de trabajo y mitigar la migración de familias en busca de oportunidades (el famoso “sueño americano”).

El control de la exportación ilegal de armas a los países del sur de Estados Unidos, que posibilita a los cárteles de la droga y el crimen organizado armarse y hacer frente a las policías y milicias debidamente constituidas en sus respectivas naciones.

La conformación de un Tratado de Libre Comercio con alcance panamericano y la inclusión de todos los países que lo deseen, con un esquema muy similar al seguido actualmente en el TMEC.

La terminación del bloqueo a Cuba y la apertura de acciones en favor de la integración de la isla con la región. Siempre será más fácil que una sociedad se acostumbre a tener éxito y cosechar resultados que a sufrir presiones externas, cuantimás si sus líderes acusan al “imperialismo yanqui” y al bloqueo comercial de sus malos resultados.  

Hay una última faceta a considerar y es la relación bilateral. Sin duda, ésta es la más complicada, pues en cualquier desbalanceo ambos países pierden. México y Estados Unidos tienen un destino común irrenunciable, patente en los más de 30 millones de mexicoamericanos que viven en los Estados Unidos; en los miles de millones de dólares de remesas; en las gigantescas inversiones bilaterales; en la lucha contra el narcotráfico; en la mente de obra (antes llamada fuga de cerebros) que migra de un país hacia el otro; en 2,000 kilómetros de frontera; en millones de kilómetros cuadrados de mares territoriales…

Esa bilateralidad permite desplantes internacionalistas, críticas acervas, hasta ánimos izquierdistas… Pero al momento de la verdad, los intereses de ambas naciones se alinean a un muy bien definido camino que ni le permitió a Trump hacer su muro, ni a López Obrador su reforma eléctrica. Nadie tiene el poder para deshacer el hecho evidente de que somos vecinos próximos; de que millones de connacionales atraviesan la frontera cada año y que lo mismo pasa de allá para acá; de que estamos hermanados con familias binacionales mucho, muchísimo más que con Guatemala, Nicaragua, Venezuela o Argentina. A fin de cuentas, la frontera es una raya pintada en el mapa que algún día terminará por borrarse.