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Innovemos algo ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Lo vale todo


Domingo 22 de Mayo de 2022 7:52 am


POR alguna razón, las personas tendemos a evitar lo urgente, a evadir lo importante y a descansar en lo inútil. Sé que suena fuerte y quizás hasta crudo, pero si nos detenemos y respiramos calmadamente en la discreción de nuestra voz interna, sé que encontraremos que, en más de una ocasión, hemos optado por abandonar algún tema incómodo o confuso de nuestra vida a un nivel de “inconcluso”. Dejando a su suerte y de lado al conflicto y, con ello, irremediablemente renunciamos a la oportunidad. ¡Sí!, esa, la oportunidad de aprendizaje, la que, así como la muñeca fea, se quedó escondida tras los rincones, sola y destinada al baúl del “no me doy cuenta”, creciendo en silencio bajo la cerradura del “mejor ni lo veo”

Si por no encarar aquello que no nos es cómodo, creemos que la circunstancia ha alcanzado la categoría de solución, lamento decirte que dicha premisa es totalmente desafortunada; realmente, de ser así, la habremos complicado y, a su vez, le hemos sumado nuevos conflictos. Veámoslo desde un lado amable, no somos nefastos por hacerlo así, pues en realidad pocas veces crecemos al tanto de qué y cómo hacer cuando de emociones y conflictos se trata. Y, aunque la ignorancia no nos exime, sí nos conmina a buscar acciones que nos ayuden a conocer más de nosotros mismos, a desmenuzar la historia para lograr ser asertivos y proactivos hacia un bien mayor, propio y de los otros.

Tenemos un cierto temor; una marcada resistencia a mirar nuestras emociones, y lo comprendo, no es sencillo lidiar con lo que no conocemos y con lo que aprendimos que se debe callar, con eso que nos hace vulnerables o que nos coloca en una posición de desventaja, pero lo que también es una realidad es que todas las premisas que nos conducen a temer conocer de nuestras emociones, únicamente nos dirigen a empeorar las situaciones.

Las personas que no se conforman con lo que no les da felicidad y que eligen, en vez de envidiar el crecer, son los valientes que nos han ayudado a dibujar la cara de la serenidad y le han adoquinado los rumbos a la felicidad. Ser feliz no es solo un deseo que se cumple por magia, es un constructo de congruencia, el amar no es suerte ni emoción, es una decisión adulta y clara. La verdad es que, sí, somos los arquitectos de nuestros destinos y solo de nosotros depende el vivir, ya sea conforme a las etiquetas adquiridas o elegir ir a buscar nuestro evolucionar; aprendiendo del conflicto y, así, renacer de entre lo caótico.

Tener como prioridad nuestra salud mental, equilibrio emocional y nuestra integridad física, espiritual y emocional es lo inteligente; renunciar a nosotros para darle gusto a demandas ajenas, para esconder los miedos, o por miedo quedarnos petrificados en destinos no agradables, es dejar de vivir y es quedarnos a gestar soledades; es resentirse; son violencias y es una hiriente serie de ingobernabilidades. Cuando nuestra vida se ha salido de nuestras manos; cuando nuestra comunicación interna y con los demás parece que no se entiende y no hay diálogo ni afectos; cuando huimos del dolor entrando de clavado en cualquier tipo de adicción o disfunción, es urgente detenernos y darnos cuenta de que nuestra estabilidad lo vale todo.

Darle prioridad a nuestro bienestar no es egoísmo, es ser responsables; piénsalo por un momento, si tú no estás bien, es garantizado que nada en tu vida irá de la mejor manera posible. Y si lo que tienes, lo tienes incluso con tu corazón resquebrajado, por favor, detente e imagínate dónde podrías estar si tuvieras paz, alegría y convicción de querer vivir. Se trata de un discreto diálogo interno y de decidir el cómo quieres vivir, mantenerse en el lado oscuro del ser es posible, pero es eso lo que realmente te permite estar en el ámbito de la serenidad y en los caminos de la felicidad…

Innovemos algo ¡Ya!


*Terapeuta psicoemocional


Citas para asesoría y terapia presencial y online: innovemosalgoya@gmail.com