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Escenario político



GABRIEL GONZÁLEZ CASTELLANOS

Precisión


Martes 24 de Mayo de 2022 7:41 am


LA instancia de organización que históricamente surgió para la defensa de los derechos de los trabajadores, y para el ejercicio de la lucha económica, ha sido el sindicato. En tanto que organización de trabajadores tendente a la salvaguarda de sus derechos laborales, la instancia sindical se constituye como una institución de clase, plenamente definida y reconocida por su adversario en las cotidianas expresiones de la lucha de clases.

Ello no quiere decir que con el paso del tiempo las organizaciones laborales trastocaran la razón de ser de su surgimiento y se tornasen en eficientes instrumentos de control al servicio de las burguesías nacionales. Dirigentes venales y corruptos, complementados con trabajadores con débil formación ideológica, fueron los ingredientes para que muchas organizaciones sindicales se “charrificaran”.

Los sindicatos que dieron un paso así, además de aparatos de control, se convirtieron en comparsas de los regímenes políticos burgueses, con las consecuencias inherentes que trae consigo una práctica sindical de sometimiento, porque da la casualidad de que la lucha de los trabajadores, por mejorar sus condiciones de vida, es una lucha permanente que la mayoría de las veces rebasa los estrechos límites que tiene el charrismo sindical.

Pero con la llegada de los tecnócratas al poder, desde 1982, garantes de los intereses empresariales, de la iniciativa privada, las sucesivas administraciones federales desarrollaron una estrategia de golpeo sistemático a los sindicatos para pulverizarlos o convertirlos en meras administradoras de nómina. Lo primero ocurrió con el sindicalismo independiente, mientras lo segundo se suscitó con los sindicatos oficialistas, sometidos a los requerimientos del capital.

Años y años de regímenes neoliberales, con embestidas hacia los trabajadores y sus conquistas, que nos evidencian que en la remodelación modernista del país, salieron sobrando derechos, dignidad y solidaridad entre generaciones de asalariados.

El sindicalismo oficialista, sin el virtual y abierto apoyo para el sostenimiento de sus canonjías, requirió, por necesidad de existencia charra, olvidarse de luchar por satisfacer las necesidades inmediatas de sus agremiados. Maniatado, pretendiendo conservar sus prebendas, dócilmente obedeció las directrices de los tecnócratas y coadyuvó en llevar a las masas trabajadoras a la debacle salarial, laboral y de asistencia social.

Hay ahora otras condiciones políticas, imperativas para un quehacer sindical que sea instrumento para crear una fuerza organizada, para el enriquecimiento constante de la democracia y como catalizador organizativo de la sociedad, en una constante acción dinámica de los ciudadanos. Y extender su acción al barrio, la colonia, centro de trabajo, comunidad, municipio, ciudad, con la firme intención de aportar el esfuerzo consecuente para la solución de las urgentes tareas sociales.

Un sindicato así debe estar politizado en el sentido de la acción social, que induzca a la sociedad a ejercer los derechos democráticos y a la corresponsabilidad que tiene de decidir sobre su destino, lo cual exige preparación política, comprensión de la realidad y metodología para intervenir en ella.

Hoy, dirigencias sindicales, charras y neocharras de gremios corporativos, convocan a las bases que les hacen coro en algunas ciudades, a movilizaciones nacionales para plantear demandas, cuyo origen, en su momento de imposición por los gobiernos tecnócratas, guardaron cómplice silencio. ¿A quién sirven? ¿A qué intereses favorecen con un reclamo que debió hacerse hace varios añitos?

La presencia de una dirigencia sindical postrada a los intereses de los adversarios de los trabajadores, a los intereses patronales, no es causa para olvidar que el sindicato sigue siendo una institución social clasista, que motiva a la lucha por la democracia sindical.