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Las heridas emocionales son prisiones



RUTH HOLTZ*


Sábado 28 de Mayo de 2022 8:14 am


EN la vida podemos ir arrastrando heridas de la infancia, de momentos de crisis que nos marcaron, duelos y maltrato emocional. Conservar las heridas es peligroso. Atrapan en un círculo interminable de no resignación. Mientras no las sanas, emanan la necesidad que las fabricó. Si te abandonaron, quieres que alguien esté todo el tiempo contigo, garantizándote amor. Si te rechazaron buscarás quien te rechace para comprobar que no puedes ser aceptable. O puedes revertirlo. Por ejemplo, decidir no necesitar a nadie y ser quien rechaza. Si viviste violencia, crearás violencia, como víctima que por su victimización pide a gritos un verdugo o porque eres quien destruye con furia, o simplemente cierras tu corazón y ya no confías en nadie, vives con miedo o con una arrogante actitud de que no te importa nada. En fin, cada caso es particular, no se puede generalizar. Lo importante es que si tienes heridas, sufrimiento resultado del dolor que viviste en alguna etapa en tu vida, es preciso que reconozcas tu herida, la sanes y, finalmente, renuncies a vivir así.

¿Renunciar? Sí, en efecto. Alejandro Corchs, hombre medicina, afirma que “la herida es la zona de confort”. Es decir, simplemente nos la pasamos reciclando, retroalimentando nuestra herida, quitándonos la costra una y otra vez, quejándonos o quizá evitando encontrar la verdad más profunda de nuestra existencia. Podemos identificarnos tanto con nuestras heridas que pueden llegar a definirnos, a volverse los temas de conversación, la piedra con la que tropezamos cada día y con eso que siempre se interpone con nuestra felicidad. El apego a nuestras heridas puede volverse una forma de enfocar nuestra vida. Por nuestras heridas podemos culpar a otros. Vivir cada día con la consigna de ser mejores para evitar ser rechazados, de esforzarnos al máximo para no mostrar nuestras debilidades. Las heridas emocionales actúan como un imán. Mientras no sanan no dejarán de traerte más de lo mismo.

Las heridas emocionales son prisiones. Apresan tu ser. Te mantienen viviendo “lo mismo una y otra vez”. El inconsciente a partir de una herida procura el retorno de lo padecido como intentando “hacerlo mejor esta vez”. Tú tienes la llave para salir de tu prisión, perdonando y resignándote. Tal vez duela aceptar que lo que te pasó no va a cambiar. No hay desquite posible ni forma de hacer que se arregle. De nada servirá tampoco culpar a otros. Sólo acepta el dolor, déjalo atrás, perdona y ábrete a lo que eres. Tus heridas no te definen.

 

*Psicoterapeuta

 

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