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El verde relámpago del perico



AVELINO GÓMEZ


Viernes 17 de Junio de 2022 7:34 am


“LO más que he aguantado despierto son 3 días, pero mirando el mar quién chingados quiere dormir”, dice este hombre, mientras contempla el mar de Manzanillo. El hombre se llama Manuel R., es trailero, ronda los 30 años y, por el momento, está sentado bajo una sombrilla, en la playa de Santiago. 

El cielo está limpio y el sol muerde. Son las 12 del día del caluroso lunes 13 de junio. A esta misma hora, pero allá en el tramo carretero Manzanillo-Minatitlán (vialidad por la que se accede al puerto interior) hay un atasco de tráileres. Manuel resume esto en una frase: “Ahorita hay un pinche cochinero en la entrada del puerto”.

El atasco vial no sorprende. Es parte del caos cotidiano que genera la actividad portuaria en Manzanillo. A este trailero lo que le sorprende es el denso color azul del agua que contempla acá en la playa: “Hace cuatro años que no miraba las olas así de cerquita”, dice.

Manuel nació y vive en Querétaro. De niño supo que sería trailero. Su padre, tíos y primos también lo son. Desde los diecinueve años trabaja en la carretera. Esta mañana llegó al puerto. Su itinerario fue un ir y venir apresurado: Querétaro-Monterrey-Querétaro-Manzanillo. Y su carga, es decir, la de su tráiler, son dos contenedores repletos de moldes de poliestireno cuyo destino final es Ecuador. Las últimas doce horas condujo sin detenerse. Llegó a tiempo para entregar los contenedores al punto donde habrán de ser embarcados. Pero para eso, para cumplir con el horario de entrega, tuvo que tomarse varios “pericos”. 

El “perico” son fármacos de patente. El más conocido es el Asenlix. Su consumo suprime el apetito, provoca “subidas” de energía, esconde el cansancio e inhibe el sueño. Sólo se vende con receta médica, pero es fácil conseguirlo en las “cachimbas”, a la orilla de las carreteras. Con cien pesos se puede comprar hasta tres pastillas de Asenlix. Tal dosis es suficiente para manejar, sin detenerse a descansar, durante veinte horas continuas.

Pero esta vez, para Manuel, “periquearse” no hizo la diferencia: al llegar, la operadora portuaria le informó que deberá esperar de cuatro a ocho horas para poder recibir la carga. Así que, sabiendo esto, dejó su tráiler en el patio de maniobras, al cuidado de su “chalan” de ruta, y salió a reconocer las playas. 

Por eso está aquí, bajo una sombrilla, aún “periqueado”, y atento a las llamadas de su teléfono. No parece que lleve dos días sin dormir. Por el contrario, su semblante es el de un maratonista a punto de iniciar una competencia. 

“¿Cuánto tiempo dura el efecto del perico?”, le pregunto.

“Depende; yo, lo más que he aguantado despierto son tres días, pero mirando el mar quién chingados quiere dormir”, responde Manuel, mirando las olas, y en su cara relampaguea la rígida mueca de quien pisa el acelerador y espera, aferrado al volante, el inevitable choque contra otro vehículo.