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Razones



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

Dos jesuitas asesinados, una sociedad indefensa


Miércoles 22 de Junio de 2022 8:09 am


LA muerte de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales, El Gallo, y Joaquín César Mora Salazar, El Morita, durante un ataque armado en una iglesia en el municipio de Urique, en Chihuahua, no puede ser tomado como un episodio más en una espiral de violencia que convirtió a la administración López Obrador en la que mayor cantidad de asesinatos ha vivido en la historia postrevolucionaria de México.

Resulta incomprensible que se diga que esas muertes fueron “circunstanciales”. Primero, porque ningún asesinato perpetrado a sangre fría y de esa manera es “circunstancial”: es parte de un proceso que está marcado por la impunidad y el abandono de autoridades que, con indiferencia, ven cómo se multiplica el número de muertos y desaparecidos y no asumen el compromiso de revisar una estrategia.

No es “circunstancial” porque los dos sacerdotes asesinados eran, desde hace muchos años, hombres comprometidos con las comunidades tarahumaras y campesinas locales, que están a merced de grupos criminales que expolian la zona y la sociedad, sobre todo a los más pobres. El otro sacerdote asesinado, José Guadalupe Rivas, el 15 de mayo pasado, era, como los asesinados en Urique, activista social. Los dos casos no están relacionados, pero sí lo está el compromiso de los tres sacerdotes con sus comunidades.

Los “abrazos y no balazos” siguen generando balazos al por mayor, matando a víctimas inocentes y dejan al Estado mexicano cada día más indefenso ante sus agresores.

No estamos en una guerra civil, tampoco ante un movimietno insurgente como a veces parece entenderlo el propio presidente; no se puede hablar de pacificación y diálogo con los grupos criminales como lo plantean los obispos de Chilpancingo-Chilapa y muchos otros: estamos ante organizaciones criminales que no tienen otro paradigma más allá de su propio poder, que ganan a través de la expoliación de la sociedad por innumerables vías que van mucho más allá del narcotráfico. 

La única opción es enfrentarse diaria y cotidianamente con ellas, combatir todas sus manifestaciones, desarticular sus redes, llevar a sus jefes y operadores ante la justicia. Eso a veces se hace, otras no, a veces las fuerzas de seguridad actúan y lo hacen a riesgo de sus vidas, pero lo que contamina todo es el mensaje político, el que quiere ver como circunstancial, casi casual, un drama que envuelve ya a toda la sociedad desde hace cuatro sexenios.