Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Echeverría, narcisismo y contradicción
Lunes 11 de Julio de 2022 12:30 pm
LA única ocasión en la que pude tener una larga plática con Luis Echeverría fue cuando ya había dejado de ser presidente. Era el segundo año del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y nos recibió, junto con Daniel Moreno, ambos estábamos entonces en el unomásuno. Hablamos de todo, y en particular de política internacional, tan sorprendente después de la caída del muro de Berlín. Dejó entrever que tenía profundas diferencias con Salinas de Gortari, hubiera preferido que Manuel Bartlett fuera el candidato dijo, e hizo amplios elogios a Cuauhtémoc Cárdenas y a Porfirio Muñoz Ledo, entonces los principales opositores del salinismo. Escribía esta semana John Carlin, hablando de la caída de Boris Johnson, que este tipo de políticos (en los que incluía desde Johnson hasta Trump, desde López Obrador hasta Fidel Castro) “lo que tienen en común es un colosal narcisismo. Desde su propia imaginación construyen un ecosistema en el que ellos son los dueños de la verdad, en el que lo que piensan los demás carece de importancia… El peligro llega cuando grandes cantidades de personas hacen suyo su autoengaño”. Así era Echeverría. Tuvo algunos aciertos como gobernante pero adoptó demasiadas decisiones erradas. El principal de sus errores fue la centralización absoluta del poder. Aquella frase tristemente célebre de que “la política económica se maneja en Los Pinos” provocó que hubiera una sucesión de funcionarios en Hacienda que movían la economía de acuerdo a las ocurrencias presidenciales. Hizo un buen diagnóstico: faltaban empleos y oportunidades para los jóvenes y efectivamente integró a muchos en su equipo, pero aumentó estratosféricamente las plazas en el sector público, aumentó el gasto público, endeudó al país y terminó provocando una devaluación dramática. En términos políticos la herencia del 68 nunca lo abandonó, tampoco la del halconazo del 71. En un hombre con una concepción del poder tan centralizada, es difícil creer que esos hayan sido sucesos que se le hayan salido de las manos o que no pudo tener control. Tuvo, y creo que fue su mayor mérito, una notable actitud ante el golpe de Pinochet en Chile y las dictaduras en Argentina y Uruguay. Abrió como ningún otro país las puertas al refugio y asilo a miles de perseguidos y lo hizo con dignidad. Pero al mismo tiempo la política interna era profundamente regresiva. Los pocos grupos que optaron entonces por la vía armada fueron aniquilados, la izquierda partidaria no existía, el partido comunista actuaba de facto pero legalmente era ilegal. La interlocución con el PAN no existía y, además, desde el poder se alentó su división. Cuando fueron las elecciones de 1982 José López Portillo fue el único candidato, no hubo un solo opositor. Echeverría cooptó a buena parte del mundo intelectual de entonces, imponiendo aquello que alguna vez pregonó incluso Carlos Fuentes: era “Echeverría o el fascismo”. En los medios su principal espacio de oposición fue el Excélsior, hasta que poco antes de terminar su gobierno provocó la expulsión de sus directivos, encabezados por Julio Scherer y Manuel Becerra Acosta. De allí nacerían, años después, Proceso y unomásuno. Lo que Echeverría había ganado en el mundo intelectual lo perdió ese día para siempre. Como todos y cada uno de los objetivos que se propuso desde entonces. Falleció el sábado. Muy pocos fueron a despedirlo.
