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El grito



JULIO CÉSAR ZAMORA VELASCO


Viernes 16 de Septiembre de 2022 8:14 am


HAY de gritos a grititos y gritotes, unos por placer y otros por dolor. Los del parto son quizá los más simbólicos, los que permanecen en el imaginario colectivo. Pero también hay quienes emiten alaridos de toda índole cuando ven películas de terror, cuando están en la ducha y el agua está fría; cuando se fracturan o se cortan. Otros gritos más son de júbilo, cuando se cantan las canciones de José Alfredo Jiménez. 

También hay estridencias muy singulares en las mujeres, en especial cuando tienen un encuentro entre ellas, sobre todo si las amigas tienen mucho tiempo sin verse. Claman como si estuvieran viendo a Luis Miguel en vivo y a todo color. 

En este mes de septiembre es ya una costumbre dar el grito de Independencia, exclamando: ¡Viva México!, entre campanadas y tequilas. Vemos a la gente con paliacates, ropa con los colores de la Bandera Nacional, matracas, ballets folclóricos, platillos tradicionales como chilayo, sopes y tostadas; un jolgorio bonito para brindar y festejar por ser mexicanos y ser independientes.

Mas en medio de este panorama gris, de extrema corrupción en todos los niveles, de altos índices de inseguridad y violencia, ¿qué se debe festejar? El único grito que deberíamos dar es de coraje o insurgencia, para tomar valor y decisión para acabar con esta llamarada de injusticias y podredumbre que están haciendo arder al país.

En silencio, desde hace varios años, la gente viene gritando desesperadamente por un cambio en los gobiernos y los infames políticos, por un cambio en la economía, en la educación, en lo laboral; aunque el rugido más estruendoso que ha irrumpido en el fondo de cada mexicano es el que clama por seguridad. Queremos que regrese la tranquilidad dentro y fuera del hogar, las 24 horas del día; queremos más eficiencia de las autoridades; queremos que se termine la corrupción y se aplique la justicia; queremos bienestar para todos.

Más allá de nuestros anhelos, deseos y múltiples exigencias a los gobernantes, magistrados, diputados, senadores, regidores, funcionarios y demás servidores públicos que componen todo el aparato gubernamental y burocrático, nosotros mismos debemos asumir una responsabilidad como ciudadanos: ¿Qué puedo hacer para mejorar yo mismo, mi entorno, mi ciudad, mi estado, mi país?

No se trata de decir únicamente que “estamos hasta la madre” y usar la noche del 15 para olvidarnos de nuestros males sociales y personales. Se trata también de “partirnos el alma”, de hacer un esfuerzo por cambiar cada uno de nosotros, aunque eso implique ir contracorriente, aunque ello nos exija batallar día y noche, aunque tengamos que renunciar a las querencias y hacer sacrificios. 

México no es este pedazo de tierra, tampoco lo es todo el territorio geográfico que lo delimita, mucho menos un partido político; México es uno mismo. México es el que está a nuestro lado. México son todas las personas que habitan en él.

Por eso, el grito no debe ser un lamento, el grito debe ser tan poderoso que nos permita cambiar, que nos permita actuar, que nos permita desarrollarnos con honestidad, valores y capacidad para hacer el bien. 

No es un grito heroico ni un alarido ahogado en llanto, es una exclamación enérgica y valiente para conformar una unidad nacional y salir adelante ante ésta y las demás adversidades. Es un grito auténtico para tomar la decisión de que sí se puede, de que sí podemos.